Casey Affleck pasó buena parte de la ceremonia aguantando mofas con deportividad. Primero tuvo que soportar que Jimmy Kimmel le recordara que nunca habría protagonizado Manchester frente al mar de no haber sido por Matt Damon. Después, cuando el presentador llevó a un grupo de turistas de paseo por el Dolby Theatre, comentó que los visitantes posiblemente ni sabrían quién era Affleck (su apellido, recordemos, es uno de los más conocidos en Hollywood). Gracias al premio y a la extraordinaria interpretación que se lo proporcionó, es probable que a partir de ahora ese tipo de chascarrillos sobre él no volverán a hacerse, pero están lejos de ser infundios.

En primer lugar, fue gracias a Damon que Affleck participó en Manchester frente al mar. El protagonista de la saga Jason Bourne iba a interpretar él mismo el papel principal de la película —incluso se había planteado dirigirla—, pero al comprender que otros compromisos se lo impedían pensó en su buen amigo.

En segundo lugar, no es inexacto que su carrera siempre ha ido a rebufo. Se dio a conocer en El indomable Will Hunting (1997), asomando la cabeza por detrás tanto de su hermano mayor, Ben, como del propio Damon; ellos dos habían escrito la película y le invitaron a participar. Así avanzaría durante años su carrera.

A lo largo de la siguiente década, el pequeño de los Affleck apareció en cuatro películas junto a Damon: la trilogía Ocean’s y Gerry (2002), joya experimental de Gus Van Sant sobre dos hombres que caminan durante más de hora y media sobre el desierto. Paralelamente, de la mano de su hermano consiguió papelitos en Persiguiendo a Amy (1997) y 200 cigarrillos (1999), y cuando en el 2007 Ben dirigió el thriller Adiós, pequeña, adiós, le dio a Casey el papel protagonista.

Ese año marcó un punto de inflexión para él, no solo gracias a esa película sino también, sobre todo, a El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, en la que dio vida al asesino del título y con la que obtuvo su primera nominación al Oscar. Pareció que finalmente, al tiempo que cultivaba cierta imagen de outsider, lograría cortar el cordón umbilical que lo unía a sus padrinos. No fue así.

En el 2010 Affleck estrenó su ópera prima como director, I’m still here, un falso documental que acompañaba al actor Joaquin Phoenix en lo que fingía ser su retirada del cine. La película fue concebida como un chiste pero a nadie le hizo gracia, y Affleck se vio en el ojo del huracán. Poco después fue objeto de dos demandas por acoso sexual presentadas por sendas mujeres que habían trabajado en la película. Como consecuencia, durante cinco años mantuvo un perfil bajo, hasta que Damon y Manchester frente al mar acudieron al rescate.

En los últimos meses, mientras su trabajo en la película acumulaba elogios, aquellas acusaciones volvieron a la prensa, pero el galardón que Casey Affleck recogió el domingo no juzga nada más que su trabajo. Y hay que verlo para creer lo bueno que es.