El tercer Congreso Internacional de la Lengua Española levanta hoy el telón en el Teatro El Círculo de la ciudad argentina de Rosario, donde centenares de académicos, escritores e intelectuales tratarán hasta el sábado de encontrar respuestas a los desafíos de la "identidad lingüística y la globalización". El Congreso, que se celebrará a unos 300 kilómetros al norte de Buenos Aires, será inaugurado por el rey Juan Carlos y el presidente argentino Néstor Kirchner.

La llamada Chicago de Argentina ha sido engalanada. Sus calles muestran un lucimiento desacostumbrado, al igual que el margen del río Paraná, que besa con sus aguas. Los especialistas, procedentes de América Latina, España y, en una cantidad inusual, de Estados Unidos, tendrán tres días para debatir sobre los aspectos ideológicos y sociales de la identidad lingüística, la lengua en la creación literaria, el español internacional y la internacionalización del español.

El Congreso es uno de los grandes foros de reflexión hispanoamericanos. Los ecos de su primera edición (Zacatecas, 1997) todavía resuenan por la llamada de García Márquez a "jubilar la ortografía". De Valladolid, ha quedado en la memoria el "autoplagio" de Cela, que leyó el mismo discurso que en Zacatecas, y su polémica con Vargas Llosa.

Rosario, una ciudad que tuvo un fuerte peso industrial y que es ahora uno de los emblemas de la crisis argentina, parece presentarse, de la mano de los anfitriones, con un discurso de mayor carga política.

Según Magdalena Fallace, subsecretaria de Cultura y encargada del encuentro, aquí se analizarán "las consecuencias que la exclusión tiene en lo que respecta al uso de la lengua". El congreso había programado presentar el Diccionario Panhispánico de Dudas, con sus 7.000 palabras más controvertidas. Por problemas de impresión, sólo llegará una versión provisional.

LOS PARTICIPANTES A Rosario llegaron escritores como José Saramago, Gonzalo Rojas, Jorge Edwards, Carlos Fuentes, Juan José Millás, Alfredo Bryce Echenique, Ernesto Cardenal y Héctor Tizón.

El congreso está precedido por un pequeño escándalo. El secretario de Cultura, Torcuato Di Tella, pendía de un hilo tras asegurar a la revista TXT que el Gobierno "debe resolver primero el problema de los chicos que se mueren de hambre y no quién es la pelotuda o la puta que dirigirá el Fondo de las Artes".