Cédric Klapisch asegura que no le interesan los filmes militantes, pero considera que siempre ha realizado películas que de alguna forma, en algún sitio, contienen un mensaje político.

Una casa de locos , ese tremendo e inesperado éxito basado en unos estudiantes de Erasmus instalados en Barcelona, ha podido cohesionar el sentimiento europeísta mejor que un buen puñado de artículos constitucionales surgidos de Bruselas.

Me encantó enterarme de que muchos jóvenes se interesaron por el programa Erasmus tras ver Una casa de locos . Eso, para mí, es compromiso político porque ha empujado a gente a viajar, a conocer Europa, a hacer algo que no habrían hecho de no ver la película", comenta Klapisch.

Ese compromiso puede reforzarse con Las muñecas rusas , la continuación de Una casa de locos , que se estrena el viernes en España. Klapisch se preguntó un día qué habría sido de sus personajes un lustro después, con 30 años a cuestas.

Y se puso a escribir, a trazar una trayectoria vital para Xavier y sus amigos. Hizo bien. Las muñecas rusas ha sido contemplada ya en Francia por 2,2 millones de espectadores en sólo un mes. Otro exitazo para su cuenta corriente.

Esta segunda parte no visita Barcelona. "Enseguida me di cuenta de que no podía ambientarla en vuestra ciudad", se disculpa. París, Londres y sobre todo San Petersburgo acaparan el protagonismo decorativo.

"Quería que la película viajara, fuera a otro sitio, y pensé que San Petersburgo, aunque Rusia no forme parte de la Unión Europea, era un buen lugar para plantear la pregunta de qué es Europa. Al final, casi me pareció obvio ir allí. Es una ciudad interesante y con personalidad, igual que Barcelona. Y me gusta empujar a la gente a ver nuevos sitios". "La película --cuenta el cineasta parisino-- aborda los temas del compromiso. En el trabajo, en la relación con el dinero y también en el amor".