«No ha habido sangre entre nosotros. No estábamos de acuerdo pero nos hemos respetado», aseguraba Pedro Almodóvar poco después del anuncio del palmarés, confirmando así algo que resultaba fácil suponer: las deliberaciones del jurado han sido arduas, y se entiende. Al menos a juzgar por un muestreo definitivamente poco científico de opiniones recogidas en la Croisette, el consenso general es que el 70 aniversario es lo único que ha dado al Festival de Cannes motivos de celebración. El presentado a competición ha sido un conjunto de películas en general más bien decepcionante, uno de los más flojos que se le recuerdan al certamen en muchos años. Según el rumor que ha circulado incesantemente por los pasillos del certamen, es un hecho del que los responsables de su programación eran conscientes de antemano. Se cuenta que tuvieron serios problemas para completar la lista de títulos candidatos a la Palma de Oro, y eso explicaría la presencia de películas que han causado la ira o los bostezos- de la crítica como In the fade o el biopic Rodin. La culpa, en todo caso, no es toda de los organizadores. Por un lado, es una mera cuestión de calendario: aunque Cannes es el sitio en el que todos los directores quieren estar, en última instancia el festival depende de las películas que hay disponibles. Por otro, ¿quién podía imaginar que directores como Michael Haneke o Todd Haynes escogerían precisamente este año para dirigir sus obras más fallidas?. N. S.