Durante décadas, una casa de la localidad francesa de Carccassone escondió la maleta que el fotógrafo Agustí Centelles (1909-1985) llenó de unos 13.000 negativos de la guerra civil. Comprometido con la causa republicana, había trabajado durante el conflicto para la Generalitat catalana y realizó reportajes en los frentes de guerra. En enero de 1939 cruzó la frontera con Francia, donde vivió precariamente (luchó en la resistencia) hasta su regreso a España en 1946.

Los primeros meses en territorio francés los pasó en el campo de concentración de Bram, donde montó un laboratorio fotográfico clandestino. Allí llevó a cabo la tarea de testimoniar la vida diaria de la prisión, que llegó a reunir a unos 18.000 españoles. Sesenta imágenes referidas a su estancia en Bram y a la guerra y posguerra civil española en Cataluña y su entorno se exponen en la sala de la Diputación de Badajoz hasta mediados de enero. Los hijos del fotógrafo, Agustí y Octavi, han propuesto a la Diputación de Cáceres exponer también esta muestra u otra similar en el futuro.

La exposición desnuda la experiencia carcelaria del propio fotógrafo y de sus compañeros de prisión durante aquellos meses que median entre su salida de España a principios de 1939 y el 13 de septiembre de aquel año, cuando gracias a un permiso pudo abandonar el campo.

En esos meses, Centelles realizó unas seiscientas fotografías, cuenta Joaquín Gasca, responsable de la edición gráfica de la obra del fotógrafo. El mismo Centelles, tras morir Franco, pudo recuperar aquella maleta, cuyo contenido lo avalaba como uno de los grandes reporteros de su tiempo.

(Durante su estancia en Bram, Centelles escribió un diario, del que aquí se reproducen algunos fragmentos: Desde el tren se ve un incontable número de barracones de madera colocados simétricamente (...). Todo el campo está rodeado por alambradas de espino (...). Nos alinean de cuatro en cuatro y nos conducen hacia la parte derecha del campo. (...) Unos veinte gendarmes registran toda clase de objetos y a las personas. Nuestro desfile por el paseo es contemplado por miles de refugiados que buscan al amigo, al conocido ).

Nacido en Valencia, Agustí Centelles desarrolló su vida en Barcelona. "Empezó desde la miseria. Era huérfano de madre y padeció escrofulismo (una enfermedad de los ganglios)", cuenta su hijo Octavi. En una compañía eléctrica donde trabajaba de botones vio a un hombre manejar una cámara y enseguida se sintió atraído por su uso.

Entró a trabajar en El Día Gráfico , donde aprendió de su maestro Badosa. Posteriormente se convirtió en free lance trabajando para los medios de la Barcelona de los años 30. Salía a las calles y captaba la vida alrededor con su Leica (fue el primer fotógrafo que la tuvo, lo que le permitía una versatilidad que no permitían las pesadas cámaras que utilizaban los periodistas).

Su agilidad, su ojo clínico lo convirtieron, además, en un fotógrafo eficiente. De la famosa fotografía de los caballos sobre los que se inclinan milicianos para disparar en la Barcelona del comienzo de la guerra civil solo tomó cuatro imágenes, "y todas son buenas", según Gasca. Con el estallido bélico, llegó a publicar en 80 periódicos del mundo.

La agencia Havas, cuenta Octavi Centelles, fletó un avión para recoger más de doscientas fotos de Centelles. Distribuidas por la agencia, llegaron a medios de Estados Unidos, entre ellos la revista Newsweek , que el 1 de agosto de 1936 publicó en portada esa imagen de los caballos muertos.

(A lo largo de la nave (..), a derecha e izquierda, hay unos cubículos de 70 cm (...), y en cada uno de ellos van colocando dos individuos. El jefe nos comunica que en cada cubículo de éstos, con la paja que suministrarán, deben dormir dos. ¿Podrán dormir dos personas así? ).

Un hombre se cose un botón de la camisa, otros se alinean detrás de una fila de cruces blancas que emergen de tumbas, vario defecan sobre tablones de madera y dejan caer sus deyecciones en cubos... El día a día del campo de Brum comparece en las imágenes de Centelles, que dibujan un espacio de resistencia, en el que caben hasta los gestos cotidianos como el ejercicio: ahí aparecen decenas de hombres elevando sus brazos en formación gimnástica, varios en torno a un cartero aguarda la correspondencia y otros plácidamente tendidos a la orilla de un río dispuestos a tomar un baño. "Los domingos --cuenta Joaquín Gasca-- dejaban entrar a la gente pagando el equivalente a seis euros para que pudieran ver cómo vivían los españoles".

(Ahora hay otro sistema para hacer las necesidades. (...) Se trata de un montante de madera con dos pasadizos a una altura de 50 cm del suelo, al que se accede por una escalera de tres peldaños. Entre un pasadizo y otro queda una abertura de 40 cm. En ésta colocan unos depósitos de hierro redondos con unos mangos en la parte superior (...) Un tranvía sin techo ).

Centelles volvió a España y se sometió a un proceso de depuración y ya no volvió a retomar su tarea de reportero gráfico. "Se lo prohibieron. Le afectó muchísimo. El decía que lo habían matado", afirma Gasca. "Con el tiempo supimos que le había sentado muy mal; pero nuestro padre nunca nos comentó lo que le había pasado", declara su hijo. Sin embargo, no abandonó la fotografía. Sus imágenes adquirieron color, se introdujeron en la corriente publicitaria del momento y trabajó para marcas como Chupa Chups (los famosos caramelos), Anís el Mono o los cavas catalanes. "Tuvo que reinventarse, aunque él ya había realizado fotografía de estudio para portadas de revistas en 1934", dice Gasca, que recuerda que Centelles hizo también fotos icónicas de personajes como Dalí.

(La sarna y los piojos están a la orden del día en todo el campo. Las autoridades francesas no han tomado ningún tipo de medida para combatirlos. Todo el mundo se rasca. Estos animalitos se reproducen con rapidez. Hay que buscarlos en la ropa pieza por pieza y con minuciosidad ).

Las imágenes ocultas de Centelles durante el franquismo no lo fueron tanto. "El contenido de esa maleta era conocido porque se publicaron varios libros que reprodujeron algunas fotografías", dice Gasca. Pero al rescatarlas en 1976, la difusión que hizo de ellas le proporcionaron una mayor dimensión a su autor. Organizó su primera exposición aquel mismo año y en 1984 recibió su único premio: el Premio Nacional de Artes Plásticas. "Mi padre no le daba importancia a esas fotografías. De hecho, las sacó de España no porque creyera en su valor sino para evitar que los franquistas las requisaran y pudieran identificar a determinadas personas para represaliarlas".

Los 13.000 negativos que contenían la famosa maleta de Centelles fueron objeto de una polémica en el 2009, cuando los hijos del fotógrafo decidieron venderlos al Estado español, que lo depositó en el Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca. La Generalitat catalana acusó a los herederos de haber buscado un interés económico, lo que estos negaron. "Buscamos la fórmula para que la obra de nuestro padre tuviera la mayor difusión posible dentro y fuera de España, y en el mejor sitio", resume su hijo.

"Mi padre fue un hombre íntegro --describe Octavi Centelles--. Apreciaba a su familia, especialmente a su mujer. Era estricto y amable. Pero su rasgo principal era que una vez que lo conocías parecía como si lo hubieras conocido toda tu vida. Enseguida se convertía en tu amigo".

(En el Comisariado, encuentro a un individuo que busca a un fotógrafo para trabajar en Carcasona. Me pregunta si soy profesional. Le intereso y dice que si quiero ir a trabajar. Contesto que sí inmediatamente. El comisario me aclara que el sueldo será de 1.200 francos al mes. De estos 1.200 francos, el patrón entregará 300 al campo. (...) He sido vendido a plazos de 300 francos al mes por tiempo indefinido, o más bien alquilado ).