La llegada es una película dividida de forma casi simétrica en dos partes: una de ellas es la historia de una madre que pierde a su hija y, también, una metáfora sobre la necesidad de unidad y tolerancia entre los pueblos. La otra, que evoca a Encuentros en la tercera fase, se centra en la visita a la Tierra de unos alienígenas con forma de pulpo y del fascinante, casi solemne, proceso emprendido por una científica para aprender a comunicarse con ellos.

Merece la pena repetir esto último: en buena medida, la película de Denis Villeneuve habla de extraterrestres que no hablan nuestro idioma y de un asunto en apariencia tan poco dramático como el estudio del lenguaje y la comunicación. Que su manera de hacerlo sea precisamente lo que hace de ella una película excepcional carece por completo de importancia, porque, si revisamos la historia de Hollywood, no encontraremos ni una historia de ciencia ficción humanista ni una sobre lingüística, fonética y simbología entre las ganadoras. Y no parece probable que eso vaya cambiar el próximo 26 de febrero, pese a sus ocho nominaciones, incluidas las de mejor película, director y guión adaptado.