Pasado y presente vuelven a entrecruzarse en la última película de Pedro Almodóvar (el domingo en el Centro de Ocio Contemporáneo de Badajoz). Somos, parece decir el cineasta manchego, lo que hemos sido. Y ahí están los demás para recordarlo. Esos secretos que se desmenuzan en las ficciones del director de ´Los abrazos rotos´ adquieren aquí una mejor plasmación que en sus filmes más recientes. En su vertiente, por decirlo así, más Sirk: más melodramática, más cercana a obras como ´Obsesión´, en la que el director alemán desplegaba color y llanto para pintar su tapiz de emociones. Y así opera aquí Almodóvar. Como en toda su filmografía, la trama apenas puede resumirse en unas líneas. Almodóvar quiere contar historias, es decir sucedidos, extremos, en su mayor parte, de gentes extremas o cuyas pasiones son extremas (aquí la pasión de un hombre mayor por una joven actriz, que ama a un joven director, que quiere a toda costa terminar su película, pagada por el potentado amante de la actriz: son unos apuntes argumentales, a los que habría que añadir un hijo vengativo, una amiga, amante infructuosa en realidad, del director, un huérfano que necesita un padre... Como se ve, el lioso Almodóvar de nuevo en acción, pero con más tino e interés.