Clint Eastwood participa en la sección oficial de la Berlinale pero fuera de concurso. Si compitiera, el Oso de Oro cobraría vida para abrazarse a él. Cartas desde Iwo Jima es una obra maestra, un filme concebido para que el paso del tiempo lo haga aún más fuerte.

Es un relato épico, apasionante y tan sensible como veraz sobre lo absurdo de la guerra. Tras la proyección, el público acabó ayer como un gigante rendido a él. Minutos después, los aplausos ni se oían de tanto "bravo" que acompañó su entrada en la rueda de prensa.

A diferencia de Robert de Niro, que la víspera no quiso entrar en argumentaciones comprometidas, Eastwood, de 76 años, no tuvo reparos en descifrar los mensajes de su película. El primero es bien claro: "Da igual la guerra o el país, siempre va a haber propaganda manipulada por ambos bandos políticos".

MAQUINARIA Cartas desde Iwo Jima es la historia según los vencidos, los soldados japoneses atrapados en una de las batallas más sangrientas de la segunda guerra mundial. Fallecieron 22.000 militares nipones y 6.800, norteamericanos.

El cineasta recuerda que creció en la América de los años 40, cuando la maquinaria propagandística lo acaparaba todo. "Nosotros éramos los niños buenos y todos los demás los malos". Por ello quiso hacer este filme en japonés, para decir que la guerra daña por igual a cualquier país, y que "todas parten de los mismos errores y objetivos, independientemente de las culturas involucradas".

La cinta, que se estrena en España el viernes, es la mirada adversa a la del ganador, al que Eastwood ya dedicó Banderas de nuestros padres.

En esa entrega, también producida por Spielberg, el director aborda "el heroísmo y la falsa fama", poniéndose en la piel de tres marines que subieron al monte Suribachi con las estrellas y las barras norteamericanas, un destello de historia congelada que Joe Rosenthal captó el 23 de febrero de 1945.

Cartas desde Iwo Jima es el reverso de ese icono del fotoperiodismo, una imagen tomada en una isla volcánica, cuya la única fuente de agua dulce era la lluvia, pero un lugar estratégico para situar bases militares.

"Siento fascinación por la cultura japonesa. Esta película nace de la curiosidad. Soy un aprendiz lento, pero al final aprendo bien. Ahora me siento un director japonés".

Rodar en un idioma extraño no ha representado problemas. "Todas las lenguas mueven emociones", declaró el cineasta.

Sobre los paralelismos con la actualidad, Eastwood considera que hay una diferencia clave. "En la guerra puede haber héroes, en el terrorismo no". De lo que elude hablar es de los Oscar.

Tras ganar el Globo de Oro como mejor película en habla no inglesa, Cartas desde Iwo Jima aspira a cuatro estatuillas: película, director, guión y edición de sonido. Se ha quedado fuera el protagonista, el gran Ken Watanabe.