En la España gris de 1957, falta de libertades y sobrada de censura, cinco historietistas se rebelaron. Fueron los creadores de Carpanta, Zipi y Zape, el reporter Tribulete, Carioco, Gordito Relleno, El inspector Dan... Sus nombres: Guillermo Cifré, Carlos Conti, Josep Escobar, Eugenio Giner y José Peñarroya, las estrellas de la todopoderosa multifactoría Bruguera, a la que se mantenían ligados con contratos leoninos, como los del resto de editoriales del país, que les obligaban a renunciar a los originales de sus obras y a todo control sobre sus historias y personajes. "Fueron los primeros que lucharon por los derechos de autor. En un país en el que era mejor no moverse, ellos decidieron dejar la gran empresa para crear la suya propia (la revista Tío Vivo) y poder gestionar ellos mismos sus creaciones. Eso era un hecho sin precedentes en Europa y probablemente a nivel mundial. Eran héroes e innovadores", reivindica el dibujante Paco Roca (Valencia, 1969), quien les ha rendido un cariñoso y respetuoso "homenaje" en el cómic El invierno del dibujante (Astiberri).

ROTULADORES CARIOCA Podría decirse que Roca es hoy Premio Nacional de Cómic 2008 --por Arrugas -- gracias a la plantilla de Bruguera, a la que rescata de un injusto olvido. "De niño mi sueño era dibujar como ellos y quería saber cómo funcionaba la editorial por dentro. Yo, como varias generaciones, crecí con sus tebeos y personajes, que forman parte de la cultura popular, como aquello de pasas más hambre que Carpanta. Fueron mi primer contacto con el mundo del cómic, me hicieron amarlo y por eso me dedico a esto. Llegué a enviar mis copias de dibujos de Anacleto o Mortadelo, hechas con rotuladores Carioca, a la dirección de correo que venía detrás del Supermortadelo. Lógicamente jamás obtuve respuesta", recuerda sonriente el autor de Calles de arena .

En las páginas de El invierno del dibujante , ante unas tapas de croquetas y aceitunas en la barra del bar, un Ibáñez recién llegado a Bruguera escucha de boca de sus colegas "la última de Vázquez" con su legión de acreedores; Escobar apaga la radio harto del último parte del caudillo; y Rafael González, director de la redacción brugueriana, se enfada porque los escotes de una viñeta no pasarán la censura. Porque "la España franquista es un personaje más", afirma Roca. El cómic recrea "el sentimiento de falta de ilusión en un país gris", que se agravaba "si eras republicano y lo único que podías hacer era olvidar el pasado y tirar adelante como fuera. Y Bruguera era un nido de republicanos en medio de la dictadura".

La empresa era de los hermanos Bruguera: "Uno estuvo en la cárcel por republicano y de allí lo sacó el otro, que era nacional. Pero la editorial daba cobijo a un montón de gente de izquierdas, como Víctor Mora (guionista de El capitán Trueno), a quien Bruguera siguió pagando el sueldo mientras estuvo en prisión por comunista".

Para ser lo más fiel posible a la realidad, Roca se ha empapado de No-Dos, películas de la época como las de Rafael Azcona y libros como los del especialista en cómic Antoni Guiral, autor de la nota final de El invierno del dibujante y que este otoño ha publicado en Ediciones B 100 años de Bruguera, con motivo del centenario, y by Vázquez , sobre el padre de las hermanas Gilda y La familia Cebolleta.