El director teatral Miguel Narros tiene 80 años, detesta que le llamen "maestro" y "mucha prisa", y por esto último, dice en una entrevista con Efe tras saber que le han dado el Premio de Honor de los Max, se ha roto el peroné. Ha certificado, del tirón, lo difícil que es todo para un discapacitado y que en la vida "unas veces ganas y otras pierdes". Lo recogerá el día 30 en Las Palmas durante la gala en la que se conocerán los ganadores de las 23 categorías a concurso.

"¿Que si estoy contento con el premio?" Muy satisfecho porque siempre es una alegría que te den un Max --ya tiene dos y otros tres como finalista-- porque es un galardón con muchos valores", asegura este madrileño que tiene a sus espaldas cerca de 60 años de carrera y que no ha parado ni siquiera en los cuatro meses que ha tenido que llevar una férula en la pierna por salir deprisa y escurrirse en el hielo a la salida de su casa.

"Acaban de quitarme la escayola. Tengo que ir deprisa para atender a todo lo que me traigo entre manos y por eso me ha pasado esto. Te das cuenta que el mundo no está hecho para los inválidos, todo son obstáculos. Nadie piensa en los que no se pueden mover, pero claro esto lo veo ahora en plan egoísta, porque me ha pasado a mi", admite

En el teatro lo ha hecho prácticamente todo, desde dirigir el Teatro Español, "el templo", durante más de dos décadas, a ser el director "de cabecera" del María Guerrero durante los 90 o traer a España los mejores títulos. Pero Narros no cede ni un milímetro a la edad.

Está preparando el estreno en España de La abeja reina ("Humble Boy ), de Charlotte Jones, con Verónica Forqué y Miguel Angel Rellán y que estrenará el 26 de marzo en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, sigue la evolución de la gira La cena de los generales , de José Luis Alonso de los Santos, con Sancho Gracia, y que llegará a Madrid en septiembre, y en julio lleva Fedra , con Lola Greco y Enrique Morente, a Almagro.

Narros sostiene que el teatro está "despegando muy fuerte y con gente joven con mucha potencia, que están experimentando para salirse de las formas teatrales establecidas" y se apena de no haber podido ir a ver aún el Hamlet , de Tomaz Pandur. También le gustaría ver es Medida por Medida , que él dirigió en 1968.

Lo que vale siempre, sostiene, "es la juventud, los años fecundos en los que la intuición puede más que la sabiduría, en los que se arriesga muchísimo. Todos lo hemos hecho, jugándonos el pellejo. Detesto que me llamen maestro, me aleja de eso, aunque me tocara serlo por edad y, si acaso, por la sabiduría".

Está muy satisfecho de la vida que ha tenido, porque, además, ha tenido su "momento Eureka", "el del éxito en lo que siempre has perseguido. No han sido muchos pero los he tenido. La verdad es que hace tres años ya superaba los cien montajes. Casi no da tiempo a vivirlos", reflexiona, este hombre que confiesa no tener ninguna "espinita" clavada, porque "en la vida, una veces ganas y otras pierdes".