Si la Feria del Libro de Fráncfort se parece a una bolsa, el panorama, al cierre de su tercera sesión, era el siguiente: editores españoles prudentísimos, comprando lo mínimo y sin entrar en subastas locas por una oferta reducida, y representantes literarios españoles a toda máquina, vendiendo derechos a países menos afectados por la crisis. Aunque el escaso número de grandes contratos cerrados tiene otra causa: los negocios ahora se hacen por teléfono y por correo electrónico. No obstante, lo más parecido a una subasta a codazos ha sido la venta de la nueva novela, 20 años después de su primer intento, del músico australiano Nick Cave.