Woody Allen había declarado antes de debutar como director de ópera con Gianni Schicchi , de Giacomo Puccini: "No tengo ni idea de qué estoy haciendo pero la incompetencia nunca ha evitado que me zambulla con entusiasmo". Quizá era falsa modestia, porque la nueva faceta del polifacético genio neoyorquino ha logrado el reconocimiento unánime de la crítica y provocó el aplauso generalizado del público el sábado en el Dorothy Chandler Pavilion de Los Angeles (insuficiente, eso sí, para que Allen superara su timidez y saliera al escenario a agradecer la ovación).

Fue Plácido Domingo, director general de la Opera de Los Angeles desde el 2001, quien tras varias ideas frustradas convenció a Allen para que dirigiera la tercera parte de Il trittico . William Friedkin, director de El exorcista y con experiencia ya en el mundo operístico, se hizo cargo de los otros dos actos.

Allen convirtió su historia en una especie de vieja película italiana, trasladó la acción de 1299 al siglo XX y se permitió guiños, como abrir la representación con unos títulos de crédito. Cambió el final de la ópera (lo único a lo que los críticos ponen peros), pero respetó la esencia del material de Puccini, un texto que él mismo ha definido como "divertido si se compara con Tosca, no si se compara con Sopa de ganso ".

"Ha prestado atención a los pequeños detalles que hacen que una representación despegue", escribía el crítico de Associated Press. El de The New York Times hablaba ayer de "una inteligente y creativa actualización" y el del Los Angeles Times aseguraba que ponerlo en la dirección había sido "la mejor elección del mundo".