El Meadows Museum de Dallas expone desde ayer la muestra Jacobo y sus doce hijos, exposición de una serie completa de obras del pintor extremeño Francisco de Zurbarán (Fuentes de Cantos, 1598, Madrid, 1664) que viaja por primera vez a Estados Unidos y que mostrará a un pintor del Siglo de Oro español «diferente, mucho más exótico, colorista y vibrante», explicó el director del centro de arte, Mark Roglán, en la presentación de la muestra.

El pistoletazo de salida de Jacobo y sus doce hijos supone reforzar la figura del maestro español en EEUU, ya que la muestra más importante de Zurbarán en este país fue hace 30 años en el Metropolitan. Además, tiene la particularidad de reunir una serie completa del pintor, algo que únicamente comparte con el Monasterio de Guadalupe, con enormes lienzos adornando su sacristía.

En esta muestra, las dimensiones de los cuadros son de gran altura --más dos metros-- con imágenes de los personajes bíblicos descendientes de Jacob, vestidos con atuendos llamativos y elegantes --con adornos florales, sombreros o telas que recubren casi todo el cuerpo--. Los retratos son un relato visual de las bendiciones de Jacob a cada uno de sus hijos desde el lecho de muerte, las cuales predecían su destino y el de las tribus.

Detrás de estos cuadros se encuentra el mito de las doce tribus de Israel, algunas de las cuales llegaron hasta a América, y que resurgió con fuerza en el siglo XVII (de hecho, de ahí surgieron tres versiones de esta serie que se encuentran en Lima, Puebla y México D.F.). Sin embargo, la verdadera travesía es la que corrieron las obras pintadas por Zurbarán, puesto que no se tuvo noticias de ellas desde 1640, cuando fueron pintadas en Sevilla, hasta 1720, ya albergadas por una familia judía en Londres.

«Lo que ocurrió entre medias son todo hipótesis, pero no hay una teoría definitiva: se sabe que Zurbarán tenía negocios en América gracias a su segunda esposa y llegó a vender obras en Buenos Aires o Lima, pero eso no quiere decir que fueran comercializadas. También hay otra que apunta al secuestro de un barco que viajaba a las Américas y fue llevado a Londres», señaló Roglán, quien no obstante sí destacó lo llamativo que supone esa estancia de obras en Inglaterra «cuando la pintura española aún no era apreciada allí» --empezó a revalorizarse en el siglo XVIII--.

CRISTINIAMISMO Y JUDAÍSMO/ El caso es que las obras terminaron saliendo a subasta y doce de las trece fueron adquiridas en 1756 por el obispo de Durham, Richard Trevor, quien al venderse los lotes por separado se quedó sin posibilidad de pujar por el último cuadro de la serie, el de Benjamin. «Esta puja llegó en una época convulsa, cuando el parlamento británico estaba aprobando leyes para que los judíos tuvieran los mismos derechos que los ingleses, y el obispo de Durham era de esa opinión: para él, no se podía entender el cristianismo sin el judaísmo», apuntó el director del Meadows. Desde hace 250 años, esos doce cuadros han estado en el comedor del obispado y no será hasta ahora cuando salgan de ahí para encontrarse con Benjamín, que ha sido cedido. Estarán en el Meadows hasta el 7 de enero, de donde viajarán a la Frick Collection ese mismo mes y retornarán a Auckland Castle en mayo de 2018, donde ocuparán una parte central de un proyecto para revitalizar culturalmente esta zona.

En cuanto a la exposición, se complementa con otras galerías en las que los visitantes podrán observar por ejemplo parte del análisis técnico de las pinturas llevado a cabo durante varios meses por el laboratorio de conservación del Kimbell Art Museum. Pese a que Roglán reconoció que las pinturas «necesitan restauración», este proceso no se ha podido llevar a cabo durante este periodo, en el que se han examinado las obras con luz ultravioleta y rayos X, además de analizarse la trama del lienzo.

«El resultado muestra un Zurbarán metódico, que trabajaba muchísimo, y que era capaz de rehacer un cuadro para añadir más panes a una cesta para el equilibrio del cuadro», añadió Roglán.

Los investigadores del Kimbell Art Museum también identificaron otras fuentes impresas usadas en la creación de la serie, especialmente Los doce apóstoles de Martin Schongauer, además de reconocer la influencia en detalles de otras obras como un grabado de Durero . «Es un Zurbarán distinto, no de seres mesiánicos ni de santos», señaló Roglán, quien recordó las dificultades que pasó el pintor tras su caída en desgracia de Sevilla, después de que la peste arrasase con casi con la mitad de la población, incluido su hijo, lo que supuso un golpe muy duro», concluyó, tras añadir el viaje que emprendió Zurbarán en los últimos años de su vida a Madrid para retomar esos clientes.