--¿Cómo repercutió la muerte de su hijo en esta novela, que estaba escribiendo entonces?--Evidentemente tuvo un efecto en toda mi vida y en mi escritura. No sé si la historia ha cambiado pero sí ha cambiado el escritor, no solo para este libro sino para todos los demás.

--¿Se endurece, siente ahora más deseos de utilizar la literatura como venganza?--Las dos cosas. Soy más exigente con la vida, y ya lo era mucho; soy menos paciente con las tonterías, con la mentira, por así decirlo, y soy más consciente de lo entrelazadas que están la vida y la muerte.

--¿Por qué ha elegido a una mujer, Ora, como narradora?--Una gran parte de este libro trata de la familia. Siempre he creído que el mayor drama de la humanidad se desarrolla en la familia y que las cosas de mayor trascendencia no ocurren en los campos de batalla, en los palacios ni en los parlamentos, sino en las cocinas, en los dormitorios de los niños. Aunque me considero un padre muy materno, sé que el contacto entre madre e hijo es más primario. Además, todas las grandes estructuras de la humanidad --las religiosas, los ejércitos, los estados-- han sido creadas por hombres. Por consiguiente, era más fácil encontrar a una mujer que fuera subversiva, que se rebelara contra el sistema.

--¿Una mujer como dirigente de su país cambiaría la perspectiva?--Si Tzipi Livni, que perdió contra Netanyahu, hubiera sido primera ministra, la situación sería diferente. Es más realista, tiene menos miedo. Está a favor del diálogo con los palestinos y de hacer concesiones importantes, mientras que Netanyahu sigue afianzado en lo de siempre, una posición que yo considero destructiva no solo para los palestinos sino también para nosotros.

--Su personaje, Ora, ¿muestra un amplio abanico de opiniones?--Sí, también está harta de los que quiere aislarse y no quieren recordar que son ocupantes ni que Israel está en peligro.

--En su caso no separa política de literatura.--Para mí escribir es el modo con que lucho contra la estrechez y las limitaciones, contra esa fuerza de gravedad que tiene la desesperación.

--¿Cómo se vive en un mundo que no admite más que dos opiniones?--La maldición de nuestra sociedad es que la gente está apresada en esa dicotomía. Yo puedo ser crítico con Israel y al mismo tiempo amar al país. Tengo clara la necesidad de que haya un Estado palestino y creo que los palestinos tienen derecho a gozar de libertad y de dignidad como seres humanos, pero al mismo tiempo están cometiendo grandes errores en su lucha. Pero la gente encuentra cómodo y tentador convertirse en un fanático porque así tienes respuestas para todas las dudas. Cada vez más gente se está yendo a los extremos y pronto los extremistas van a convertirse en la mayoría en ambos bandos.

--¿Cómo no se convierte usted en fundamentalista?--No puedo permitirme el lujo de la desesperación.