Cubrirse la cabeza y lucir pendientes está de moda en la Berlinale. Daniel Day-Lewis apareció ayer en la sala de prensa con un coqueto sombrero gris y unos aretes, un día después de que Keith Richards se sentara en la misma mesa con idénticos complementos. A Day-Lewis no le hacía falta ningún adorno para que todas las miradas recayeran en él. La ovación con la que fue recibido derivaba de un sincero reconocimiento a cómo se apodera de ese codicioso y desquiciado petrolero de principios del siglo XX al que da vida en Pozos de ambición . Paul Thomas Anderson se lo pone difícil a sus competidores. Solo por esta película su nombre llenará páginas en los ensayos y enciclopedias de cine.

Pozos de ambición , que en España llega la próxima semana, es una obra magna por su destreza fílmica y por la intensidad del relato de una época convulsa, futuro incierto, carente de valores y lleno de cambios sociales. Es sobrecogedor el sanguinario retrato que hace Anderson, californiano de 37 años, de la pugna entre el capitalismo despiadado y la oportunista Iglesia en un conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios.

Parte con ocho nominaciones a los Oscar, entre ellas la de película, director, guión adaptado y actor principal. La historia es tan apocalíptica como la que plantea No es país para viejos , de los hermanos Coen. Sus guiones, incluso, transcurren en los mismos polvorientos paisajes y coinciden en explorar la ambición desmesurada de poder, la falta de ética y el afán de dinero. Vienen a decir que todo lo que satisface la fiebre de posesión en unos, defrauda --o daña o aniquila-- a los demás.

LA MIRADA EN LOS OSCAR Day Lewis (Londres, 1957) ha sido nominado por la Academia tres veces y logró una estatuilla en 1989 por Mi pie izquierdo . "En la ceremonia de los Oscar puedo estar muy nervioso aparentando estar relajado. O al revés", dijo el actor, que hizo más alusiones a la gran gala que a la posibilidad --casi imbatible-- de llevarse un Oso de Plata en la Berlinale.

Para aceptar un personaje, necesita sentirse intensamente atraído hacia la órbita de otro mundo. "Por lo general, espero que ese mundo sea desconocido para mí. No hay nada mejor que descubrir la vida de un hombre. Entonces, mi único conflicto real es si podré ser él". Como actor, siempre ha sentido que la gran lucha ha sido consigo mismo. "Soy mi principal rival". Sin embargo, cabe destacar a su contrincante escénico. Paul Dano, el adolescente que no hablaba en Pequeña Miss Sunshine , borda el papel de falso predicador.