Con motivo del Día Internacional del Libro, la compañía extremeña Saltarrana Teatro representó en el López de Ayala su última producción ´Desastres de hamor perdidos´, de la pacense Esther Gala, un amable y correcto espectáculo al servicio de un homenaje: a la figura vanguardista de Enrique Jardiel Poncela, escritor de clara corriente humorística, que enseñó a los españoles de la primera mitad del siglo XX a reírse de distinto modo de cómo se reían en los tiempos de sus antecesores dramaturgos Vital Aza, Arniches y Muñoz Seca, de gracia ingenua, de figurón o de astracán.

El trabajo artístico de la compañía, que quiere ir más allá del acto de dedicatoria, ha sido primordialmente investigador.

Lo es a partir de Esther Gala que, convencida de la vigencia del homenajeado, interpreta a su manera cuanto de interpretable hay en la vida y obra que escribiera Jardiel para desarrollar una parodia erótica en la que el autor madrileño aparece --en los años 20-- como protagonista de su propia vida, como escritor de personales experiencias con mujeres.

En el texto de la dramaturga extremeña hallamos muchos elementos de valía, que se acreditan en el difícil y apasionante ensamblaje de la ficción escénica y de los personajes de Jardiel --que proceden básicamente de la novela ´Amor se escribe sin H´--, respetando la sabiduría original de los diálogos, sin olvidar su innegable ánimo de subversión extraviado y su tremenda lógica de humor intelectual rayano en la caricatura y el absurdo, que Gala imprime a la atractiva temática de índole amorosa.

Pero también, evidentemente, hallamos en el texto situaciones pueriles, ñoñas y convencionales de este teatro enrevesado que acusa decisivamente el tedio del paso del tiempo.

La puesta en escena de Russell York aporta una cierta convicción a su trabajo de matizado aspecto humorístico anglosajón, en donde se lucen los ´gags´ expertamente insertados en tono refinado y graciosamente irónico.

Lo más endeble del montaje es la falta de equilibrio en el ritmo de los actores, que en las escenas más vivas y sugestivas -del desbordamiento inventivo del dramaturgo- navegan teatralmente forzados.

La interpretación es entusiasta, de signo y resultado positivo. Elías González, con cualidades propias del género teatral, encarna perfectamente a Jardiel. Leonor Aunión aporta simpatía a sus dos personajes, la novelera Luisita y la mística Manolita. Manuela Sánchez cumple su rol de una ´Venus´ besucona a pesar de tener cierta inseguridad con el personaje.

Esther Gala estuvo más suelta y graciosa en sus papeles de la extranjera políglota y la dama romántica.

En definitiva, un espectáculo de Saltarrana Teatro que, sin necesidad de ninguna propuesta de como hoy debía plantearse un Jardiel antes de reproducirlo enclavado en su época, consigue sus claros objetivos: de entretener y hacer reír sin más.