Saber que cuando arden Sarajevo, Beirut o Nicosia, esas mismas llamas son las que consumieron Troya, Constantinopla y Jerusalén. O mejor dicho, que quien «tortura, viola, mata y quema», tanto en los lugares donde Arturo Pérez-Reverte trabajó como periodista como en las ciudades cuyos saqueos leyó en los clásicos, es siempre el mismo, el «género humano». Esa es la lección de la novela histórica o, de nuevo mejor dicho, de la historia en general. Una constatación que «consuela» y «ayuda a aceptar el dolor de la realidad». «Y sobre todo me ayuda a estar prevenido». No estaba muy optimista el escritor en su parlamento de aceptación del Premio Barcino, ayer por la tarde, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. Un acto que abrió la quinta edición del festival Barcelona Novel·la Històrica, que se celebra en la Biblioteca Jaume Fuster hasta el viernes.

No es pesimismo, aseguró el creador del capitán Alatriste, sino realismo. «El mundo es un lugar hostil, peligroso y poblado por seres peligrosos, los seres humanos». En su discurso sobre cómo entender la novela histórica, Pérez-Reverte brindó dos lecciones que se remontan a sus lecturas infantiles y juveniles de Dumas, Defoe, Galdós, Dickens o Valle-Inclán.

La primera lección puede servir para aprender del pasado y explicar el presente, porque la bestia humana siempre está repitiendo su historia, pero «el mayor error, gravísimo, es mirar el pasado con los ojos del presente». Con Oro (la película aún no estrenada de Agustín Díaz Yanes basada en un relato suyo inédito) en la mente, precisó que «el pasado no se entenderá nunca si se mira desde el buenismo de la sociedad actual, de los derechos humanos y las oenegés», sino desde la mentalidad de los protagonistas de la historia. Es necesario ver el pasado «desde allí». «Que pasaran un mundo a sangre y fuego, el genocidio, la barbarie, los templos destruidos, las matanzas de indígenas, los perros con los que los cazaban», dijo, solo se puede explicar desde la visión de «aquellos campesinos que vivían bajo reyes incapaces, ministros corruptos y curas fanáticos, esa gente que salía de ocho siglos de acuchillar moros o acuchillarse entre ellos» y a quienes se les decía «que en América podían encontrar fama y fortuna, oro e indias guapas».

Segunda lección. Recordando el cuadro de La rendición de Breda -uno de los grabados que colgaban en la biblioteca de su abuelo, que marcó su infancia- se ha de tener claro que el protagonista de la escena no debió ser ni el general Ambrosio Spinola ni el holandés que le ofrecía las llaves de la ciudad. «Eran las lanzas de esos soldados que no se veían y que eran los que habían hecho el trabajo sucio, a los que tapaban los generales, los caballos… y las banderas».

El programa de la semana

Este año, la semana Barcelona Novel·la Històrica dedica especial atención a América Latina, en una parte del programa planificada por Aurelio Major, e incluirá debates con autores como Jorge Edwards, Rafel Nadal, Ferran Sáez, Rafael Argullol y Laura Restrepo. Hoy, Albert Serra y el creador de El Ministerio del Tiempo, Javier Olivares, abordarán las adaptaciones de la historia en los medios audiovisuales.