Parece que Naomi Campbell no es la única estrella que experimenta una súbita fobia a los objetivos tras poner el pie en Barcelona. La top cogió un berrinche de aúpa el jueves porque un paparazi intentó inmortalizarla en el backstage del Gaudí Novias. En la misma línea, Leonardo DiCaprio, en la ciudad desde el martes, verifica la eficacia de su desodorante cada vez que un fotógrafo intenta retratarle.

El protagonista de Titanic acompaña a su novia, Bar Refaeli, estrella anoche del desfile de Pronovias. Mientras ella cumple con sus compromisos, DiCaprio hace turismo siempre guarecido bajo una gorra y el rostro cubierto por el brazo.

La ruta que ha seguido el intérprete de El aviador incluye hits de la ciudad como la Pedrera, de la que solo pisó la tienda de suvenires el jueves; un intento de visitar el Museo Picasso el martes, que se truncó cuando un grupo de fotógrafos lo localizó; y la basílica de Santa María del Mar, donde hizo una parada con el monovolumen en el que se desplaza para que el chófer comprase unos helados.

DiCaprio se aloja en un apartamento de las alturas del Hotel Arts. El actor está en Barcelona con un cónclave femenino. Con él viajan, además de Refaeli, su madre y su abuela. De ellos, la única que se acercó al recinto del Gaudí Novias fue Bar. La modelo israelí se codeó con algunas de sus más cotizadas compañeras de profesión ya que Pronovias también reclutó para su desfile a las tops Eugenia Volodina, Hana Soukupova, Michelle Alves, Solange Wilvert y Tiiu Kuik.

LAS MAS COTIZADAS Leídos todos juntos, sus nombres suenan como la alineación del equipo de una antigua república soviética, pero las seis modelos que taconearon anoche la pasarela del Pabellón Italiano para el gigante nupcial catalán son las más cotizadas del mundo. Y las seis ensayaron por la mañana.

La puesta en escena tuvo su miga. Mientras las supermodelos evolucionaban por la pista, una pantalla gigante reproducía besos de películas. Sobre las imágenes, caía una lluvia de pétalos. La estampa, calcada por la noche, incluyó el larguísimo beso que DiCaprio daba a Kate Winslet en el clímax de Titanic. Montado en bucle, en cuanto los dos actores se separaban se volvían a juntar. Y, mientras, Bar desfilaba, sonreía y ponía cara de no importarle ver a su novio con otra en moviola.

En otro punto, el veterano Raimon Bundó presentó sus novias. La firma invirtió en otro espectáculo. El de Luisa María Arias, de la Compañía Nacional de Danza, con otros siete bailarines, que interpretaron una de las Variaciones Goldberg, de Johan Sebastian Bach. Una composición que, dicen, tiene efectos terapéuticos. Quizá sirva para aliviar el terror a las cámaras.