Nuno Júdice bebió de Guerra Junqueiro y de Fernando Pessoa («todo este país é muito triste»...) para escribir su Implosión, en esa nación tan hiperidentitaria como Portugal, en palabras del profesor De Oliveira Martins. Dos amigos se conocen en la época de la dictadura salazarista y se encuentran muchos años después en una manifestación contra las políticas austericidas de la troika y uno lleva al otro a una Iglesia donde hay un féretro. «Las imágenes no reflejan identidades, pero pueden constituir una identificación», dijo Leerssen.

Los tiempos han cambiado, dice Júdice. «La dictadura, hoy, es mucho más maquiavélica porque no se presenta como tal. Vivimos todos convencidos de que somos libres y todos los días nos imponen una medida más que no sabemos cómo rechazar. No es contra ni contra tu prójimo: es contra todos y todos son objeto de un robo que viene de fuera, pero que es ejecutado como si fuese una cosa natural, explicada con argumentos que también parecen lógicos y que dejan un sabor amargo en la vida que no sabes de dónde viene».

Cómo no preguntarle a Nuno Júdice por el Portugal de ahora. El país que se plegó a las exigencias de la troika con Passos Coelho, ese primer ministro al que interrumpieron en el Parlamento para cantarle Grândola, Vila Morena, de Zeca Afonso, y que luego puso en el poder a los socialistas, apoyados por los comunistas y los bloquistas: «Es posible, sin tomar esas medidas [las que proponía la troika] salir de los problemas que teníamos con la deuda. Creo que Portugal se volvió un ejemplo para otros países europeos que están en la misma situación. Los partidos de izquierda, el Partido Comunista Portugués y el Bloque de Esquerda, supieron adaptarse a la nueva situación y eso para nosotros fue importante. Ahora vivimos mejor: no solo económicamente, sino que hay menos miedo y la relación de la gente con el gobierno, con el poder, también cambió».

La relación de los mandados con sus mandatarios cambió.

Qué envidia, ¿no creen?

Con Nuno Júdice comenzaba la Feria del Libro de Plasencia, en la plaza Mayor (hay ciudades cuyas ferias del libro deberían celebrarse en su plaza Mayor: Cáceres, por ejemplo) y con un programa hecho, como siempre, con mimo y malabares presupuestarios (nunca hay suficiente dinero para hacer todo lo que uno quiere) por Juan Ramón Santos, al que el alcalde Fernando Pizarro tuvo el gran acierto de colocar al frente de la gestión cultural de la ciudad. Hay presentaciones para todos los gustos: desde el arte de Sorolla a la novela negra de Susana Martín Gijón, la poesía de José Manuel Vivas o Judith Rico, la novela histórica con Sánchez Adalid y los videojuegos de Street Fighter. También hay títeres para niños, firmas y, sobre todo, librerías con sus casetas, sus novedades, sus recomendaciones, sus clientes asiduos, sus charlas.

Al final, todo hecho cultural es comunicación o nace del deseo de comunicar o busca una manera de comunicar, lo haga con el cuerpo, con la palabra, con un carboncillo o mezclando materiales. Trisha Brown se convirtió en bailarina porque quería dinamitar la ley de la gravedad. A ella se le encargó el mensaje del Día Internacional de la Danza, pero murió antes de que pudiera escribirlo y, como homenaje, se han elegido algunas de sus declaraciones que hablan de la danza como una disciplina (y estamos de acuerdo) que da lugar a la alegría y a la belleza y al avance del conocimiento humano. «Nuestros cuerpos, --dice-- son una herramienta para la expresión y no un medio para la representación».

Los Max también tienen a la danza como protagonista, a pesar de que el público no la acompaña en las representaciones, o eso dicen las estadísticas. Pero desde cuándo la bondad de algo se mide por la gente que va o por la gente que lo compra. Karlik Danza celebra su día en el Gran Teatro de Cáceres, con un espectáculo del que ya hemos hablado en estas páginas, dedicado a María Zambrano y que es un cúmulo de rigor y sensibilidad. El sábado, en su espacio, en La Nave del Duende, la compañía Nómada nos hablará de lo afanados que estamos a veces en proyectos que no llegarán a ninguna parte y cómo por el camino se nos olvida que la vida es lo que ocurre mientras estás haciendo otras cosas.

En España vamos haciendo otras cosas, con resignación y sin escándalo, porque en este país solo somos escandalosos en los bares, mientras la realidad se nos cae encima. Mientras se nos caen encima los Ignacio González, los Ere, los Pujol, la dimisión de la triplemente dimitida Esperanza Aguirre, herencias del abuelo, cuentas en Suiza, financiaciones ilegales, micrófonos, privatizaciones, fiscales, ERE, mentiras, sonrisas y amapolas, discursos, periódicos, banqueros y trileros, canciones, manos y pistolas, bolsos, confetis, cruceros y puteros, como cantaba Silvia Pérez Cruz. Se alzan voces, pero aún son pocas.

‘María Zambrano, la palabra danzante’. Viernes, 28 de abril. 20.30 horas. Gran Teatro de Cáceres.

‘Para regalo’. Compañía Nómada. Sábado, 29. 21.00 horas La Nave del Duende (Casar de Cáceres).