Los éxitos del cine de animación fabricado mediante métodos informáticos se ha ido imponiendo en los últimos años, desde el estreno de Toy story , hasta el punto de que ha comenzado a dar la sensación de que los métodos tradicionales se encuentran en vías de extinción.

Esta sensación queda negada provisionalmente con películas como Hermano oso (Aaron Blaise y Robert Walker, 2003), un producto de Disney, estilísticamente tradicional y temáticamente mucho más cercano a la fabulación y los sentimientos que al deslumbramiento técnico.

Es cierto que ni se trata de una de las mejores producciones de la mítica factoría de cine de animación (a años luz de La bella y la bestia , La sirenita o Mulan ) ni destaca por su originalidad ni por la capacidad innovadora de la narración o de su técnica.

Es un relato tradicional que narra la historia de un indígena inuit que traiciona los mandatos de vida indicados por los dioses a través de su totem y queda convertido en un oso para expiar su culpa y aprender a convivir con los demás de acuerdo a los principios vitales idóneos.

Plagada de buenos sentimientos que rayan en ocasiones con el sentimentalismo, se trata de un filme que indudablemente se dirige al público infantil de un modo más inequívoco que obras como Shrek o El viaje de Chihiro .

RESOLUCION TECNICA La resolución técnica del dibujo es excelente, la línea narrativa resulta clara y concisa aunque en ocasiones redunde en exceso en el paisajismo.

Los personajes secundarios no son brillantes pero sí muy eficaces y, sobre todo, divertidos para los más pequeños. Se agradece la vuelta al cine de animación musical, con algunos números que no destacan por su originalidad ni por la brillantez de la música pero que contribuyen bien al ritmo narrativo.

Disney, pues, sobrevive con dignidad al aluvión informático y ofrece un filme de los de siempre, bien construido y eficaz.