Si la primera edad de oro de Disney empezó hace 70 años con Blancanieves y los siete enanitos (1937) y la segunda se desarrolló entre finales de los 80 y principios de los 90, o entre La sirenita (1989) y El rey León (1994), ¿no es ahora el momento de hablar de una tercera edad de oro? Varios son los indicativos de que sí.

Up , décimo largometraje de los estudios Pixar --propiedad de Disney desde el 2006-- y el primero de ellos creado en 3D, podría convertirse el próximo 7 de marzo en la primera película de animación que gana el Oscar en la categoría de mejor película (como anticipo, anteayer fue la gran triunfadora en los prestigiosos Annie Awards) Hasta entonces, el estudio sigue disfrutando del éxito mundial de la primera película de animación tradicional --para entendernos, dibujada a mano-- que produce en cinco años, Tiana y el sapo , estrenada este viernes en España.

Esta historia de princesas y ranas, que obtuvo tres Annie Awards y opta al Oscar a la mejor película de animación, ha ingresado 75 millones de euros en Norteamérica y, por el momento, ya acumula otros 75 en el resto del mundo. La candidatura a la estatuilla ayudará a expandir esas cifras, que han acallado a quienes auguraban un fracaso a Disney en su regreso a la animación clásica.

John Lasseter, cabeza visible de Disney Animation, está acostumbrado a callar a los escépticos. Los analistas de Wall Street vaticinaron que Up iba a ser un desastre comercial a causa de su anciano protagonista, el viejo Carl y su casa voladora con globos de colores. En su día, también habían profetizado batacazos a Wall.e . A día de hoy, los 10 largometrajes de Pixar, la empresa que Lasseter convirtió en la más rentable de Hollywood, han ganado más de 5.000 millones de dólares en todo el mundo.

Es curioso que haya sido Lasseter, gurú de la animación generada por ordenador, el impulsor de la resurrección que Tiana y el sapo encarna por sus conexiones a un cuento de hadas (El príncipe rana, de los hermanos Grimm), sus coreografías al estilo Broadway y su mezcla genérica de romance y comedia. Una combinación de historia, ilustraciones y música pop que Disney se dedicó a perfeccionar durante más de 60 años y que abandonó en el 2004 después de que una serie de batacazos artísticos y comerciales y los bombazos taquilleros de Shrek y Buscando a Nemo convencieran al estudio de que los gustos de los espectadores se habían concentrado en el fulgor de las imágenes generadas por ordenador.