Teníamos conocimiento por varias vías de que la nueva novela de Javier Cercas, El monarca de las sombras, se centraba en un personaje extremeño y que buena parte de ella transcurría en nuestra región, pero desconocíamos que en ella se mencionaba a Don Benito y a un personaje muy vinculado a la localidad. De hecho, esta fue una de las razones para que Javier no viajara con nosotros a Bogotá o Medellín en el proyecto Extremadura en Colombia 2016. Estaba ultimando esta obra, según nos confesó él mismo y la encargada de su representación en la agencia literaria de Carmen Balcells. Al menos nos apoyó cediendo un fragmento de Soldados de Salamina para la revista Mirando al poniente, una antología de literatura extremeña actual que llevamos al otro continente y que ha tenido una gran difusión en aquellos países.

La novela se ubica fundamentalmente en Extremadura y da continuos saltos temporales entre el presente y la época de la guerra civil (1936-1939). Versa sobre un antepasado suyo llamado Manuel Mena, alférez muerto en la contienda siendo muy joven, defendiendo a los insurrectos contra la República, y que se convirtió en todo un mito por las circunstancias de su muerte y su temprana edad, como Aquiles, defendiendo, además, una causa equivocada: «Aquiles es el hombre de la vida breve y la muerte gloriosa, que fallece en la cumbre juvenil de su belleza y su valor y accede así a la inmortalidad, el hombre que derrota a la muerte mediante Kalos Thanatos, una bella muerte que representa la culminación de una vida bella» (pg. 261). Próxima su muerte, colige Cercas, el joven empieza a comprender que se ha equivocado y que ha sido engañado y que realmente lo que él quisiera es ser como Ulises, para poder regresar a Ítaca y vivir una larga vida de fidelidad a sí mismo y a Penélope, como lo revela en el Canto XI de la Odisea: «No pretendas, Ulises preclaro, buscarme consuelos/ de la muerte, que yo más querría ser siervo en el campo/ de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa/ que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron». Porque es que no hay más vida que la vida de los vivos -dice Cercas en la obra-, que la vida precaria de la memoria no es vida inmortal sino apenas una leyenda efímera, un vacío sucedáneo de la vida, y que sólo la muerte es segura» (pg. 262).

El monarca de las sombras sucede también en el presente, y en ese sentido es todo un «relato real» a la manera cerquiana. Narra su minucioso proceso de búsqueda documental sobre la vida y obra de su familiar Manuel Mena, porque «Un historiador que no se molesta en visitar los campos de batalla es como un detective que no se molesta en visitar la escena del crimen» (pg. 151). Pero también es una reflexión sobre el acto de la escritura y sobre su propia vida y su destino. Nuestra vida está ligada a la estirpe de nuestros antepasados y determina también en parte la de nuestra descendencia, no solo en lo genético. «Pensé que nadie se muere, pensé que estamos hechos de materia y que la materia no se destruye ni se crea, solo se transforma, y que no desaparecemos, nos transformamos en nuestros descendientes como nuestros antepasados se transformaron en nosotros» (Pg. 280). Cercas hace protagonistas de la novela a su madre Blanca, a su amigo David Trueba (el cineasta y expareja de Ariadna Gil), y a muchos de sus familiares extremeños a los que inquiere y entrevista para obtener los datos que necesita para construir al personaje que su propia familia y el pueblo, han mitificado.

Para sorpresa nuestra la relación de la novela con Don Benito tiene que ver con Eladio Viñuela, el padre del famoso científico nacido en Ibahernando y casado con la genetista Margarita Salas, discípula aventajada del premio Nobel Severo Ochoa. Nacido en un pueblo de Ávila, se formó como médico en la Universidad de Salamanca y estuvo preparándose como científico, gracias a una beca, en Berlín durante la Dictadura de Primo de Rivera. Por circunstancias familiares debió regresar a España y aceptar un modesto puesto de trabajo como médico de pueblo en una pequeña localidad de la provincia de Cáceres, en los tiempos de la República y la guerra civil, estableciéndose tiempo después con su esposa, Marina Díaz, en Don Benito. Allí se desempeñó, además, como maestro, líder cívico y transformador social. Fue el mentor de Manuel Mena, el protagonista de la novela de Cercas, quien lo describe como «un hombre culto, laico y cosmopolita, de talantes e ideas liberales; no bebía, no le interesaba el campo ni la caza ni la vida de sociedad, tampoco los entresijos y tejemanejes de la política local, y durante los casi quince años que vivió en el pueblo nadie le conoció jamás otros vicios que jugar su partida diaria de cartas después de comer y dedicar varias horas después de cenar a la lectura; profesaba una lealtad contradictoria por Miguel de Unamuno y por José Ortega y Gasset y la Revista de Occidente, su biblioteca abundaba en publicaciones científicas en alemán y con los años aprendió inglés para leer en su lengua original a George Bernard Shaw». (pg. 62-63). Todo un ejemplo de cosmopolitismo y liderazgo intelectual tan necesario hoy y siempre en la adocenada y resignada Extremadura arcaica.

Toda una sorpresa que nos ha hecho disfrutar y valorar, aún más, esta gran obra del novelista extremeño afincado en Cataluña, una de las voces más relevantes de la literatura española contemporánea que, gracias a esta interesante creación, pone en la actualidad informativa a Don Benito en virtud a la mención que hace de este médico que tanto influyó en la vida local del medio siglo, tal como lo hiciera antes en Ibahernando, la patria chica de Javier Cercas.