Aviso para navegantes. La lectura de Donald Ray Pollock (Ohio, 1954), último descubrimiento de las letras norteamericanas, puede poner al lector en estado de shock. Este empleado de un matadero y de una fábrica de papel, bien cumplidos los 50 se dio a conocer con Knockemstiff --el nombre de su pueblo, un lugar infame perdido en el profundo Sur--, que servía con inusitada violencia un conjunto de relatos insoportablemente crueles. Ahora, con la novela El diablo a todas horas (Libros del Silencio) eleva la apuesta del anterior mientras cabe preguntarse: ¿a qué esperan los hermanos Coen para hacer una adaptación?

--¿Cómo creció en un obrero la semilla de la vocación literaria?

--Empecé a intentar aprender a escribir cuando tenía 45 años. Había estado trabajando en la fábrica de papel durante 27 años y estaba atravesando una crisis de la mediana edad. Mi padre se retiró de la fábrica ese mismo año y realmente no puedo explicarlo pero hubo algo en relación con eso que me llevó a querer cambiar el resto de mi vida. No conocía otra realidad que el trabajo en la fábrica, pero siempre me había gustado leer, así que pensé que intentaría convertirme en escritor. ¡Era muy inocente! Cuando cumplí los 50 dejé el trabajo para ir a un programa de escritura en la Universidad Estatal de Ohio.

--¿Y qué aprendió allí?

--Me dio valor para dejar mi trabajo. Además, nunca había conocido a ningún escritor antes, ni siquiera a gente a la que le gustara leer, así que estuvo bien tener la oportunidad de hablar y estar con gente a la que le encantaba la literatura.

--¿Qué tienen en común el Knockemstiff real con el infierno imaginado en su libro de cuentos y también en esta novela?

--Knockemstiff tenía la reputación de ser un sitio duro cuando yo crecí ahí en los 60 --mucha bebida y peleas--, pero no era ni la mitad de brutal y desesperado que el lugar que retrato en mis libros. Cuando decidí empezar a escribir sobre ello tomé esa mala reputación y la intensifiqué varios grados. Hoy en día, aunque todavía hay alguna gente que vive allí, es prácticamente un pueblo fantasma, con todos los bares y las tiendas cerrados. El problema principal que tienen ahora es con los ladrones: hay gente del pueblo adicta a los calmantes y la heroína que roban cualquier cosa por la que puedan sacar un par de dólares.

--¿Qué opinan esos vecinos de que se dedique a mostrar sus vergüenzas, aunque sea magnificándolas?

--Sorprendentemente, la recepción local de mis libros ha sido muy positiva. Creo que la gente que vive por aquí alucina con el hecho de que se hable de este lugar.

--Sus libros no ahorran una avalancha de actos de violencia. Si es usted una persona afable como aseguran, ¿de dónde surgen todas esas historias tremendas?

--Esa es una pregunta difícil. Realmente no tengo ni idea de dónde sale todo esto. Simplemente me siento en el escritorio y tecleo hasta que aparece algo en la página que parece que vale la pena perseguir.

--¿Y, sinceramente, no tienen ningún tipo de anclaje con la realidad?

--No demasiado. Hay ciertas cosas, como las drogas o la bebida, con las que estoy familiarizado, pero la mayor parte es ficción.

--¿Qué opina su mujer de este mundo terrible que describe? ¿No le ha inquieta vivir con alguien capaz de imaginar cosas así?

--¡Ja! No, no creo que mi escritura inquiete a mi mujer, excepto que vea que falta una coma. Y ha vivido conmigo el tiempo suficiente como para saber que en realidad no soy ningún psicópata.

--¿Tuvo formación religiosa? ¿Es usted creyente?

--Mis padres nunca fueron a la iglesia, ni siquiera tenían una Biblia. Aunque no me considero religioso, asisto a un servicio en una iglesia episcopaliana los domingos, aunque principalmente lo hago porque a mi mujer le gusta que vaya con ella. Pese a todo, creo que si se respetaran, por ejemplo, los Diez Mandamientos, el mundo sería un lugar mucho mejor en el que vivir. Por desgracia, hay un montón de desgraciados ahí afuera que usan la religión para ganar dinero y poder.

--¿Esa vinculación de la religión a la violencia va más allá de una mirada literaria?

--Solo hay que pensar en las Cruzadas, la quema de brujas, las crucifixiones, los prejuicios contra otras gentes y religiones y muchas otras cosas. Es extraño que algo que debería permitir que las gentes vivan juntas en paz con solo seguir unos cuantos principios básicos genere tanto odio a su alrededor.

--¿Cómo se las ingenia para que unos seres tan extremos en su maldad tengan esos estallidos de humanidad?

--La gente es complicada. A la gente le suceden cosas que cambian sus vidas, que les hacen escoger el camino equivocado. Me gusta creer que aún quedan restos de algo de decencia en ellos que de vez en cuando salen a la luz.

--Creo que sigue viviendo cerca de 'Knockemstiff'. ¿El reconocimiento literario ha transformado su vida?

--No mucho. Probablemente porque todo esto me ha llegado en la madurez. No deseo en absoluto mudarme a la gran ciudad y vivir entre literatos. Si acaso, me iría a un lugar aún más remoto y aislado que Chillicothe, Ohio, donde vivo ahora. No hace falta mucho para hacerme feliz ahora mismo: mi mujer, mi perro, una habitación llena de libros, un jardín...