El Teatro Imperial de Don Benito, restaurado hace poco según las exigencias regladas por la Junta para poder participar en su red de teatro, está manteniendo -gestionado por el equipo cultural del alcalde José Luis Quintana- una programación semanal repleta de interés, donde toman parte espectáculos profesionales extremeños y grupos locales aficionados (entre ellos el veterano grupo Zeatron dirigido por Dámaso Giráldez, un profesor entusiasta del teatro, que cuenta con buenos actores). En las últimas semanas pude ver dos funciones que hicieron pasar un buen rato a los muchos espectadores asistentes: La escuela de don Ponciano por Teatro de papel (de Llerena) y Por siempre Rocío, historia de una estrella por GP Extremusic (de Cáceres).

LA ESCUELA DE DON PONCIANO es un recorrido humorístico por el mundo de la educación de la posguerra española en el contexto de la represión, tema que ya hemos visto en otros espectáculos anteriores desde la irrupción democrática. Está basado en las anécdotas y experiencias de su autor Juan Antonio Lara, profesor con más de 30 años de experiencia y de pasión por el teatro en Llerena.

La obra no inventa nada nuevo, se limita a mostrar la disparatada pedagogía proselitista del franquismo (según la enciclopedia Álvarez Pérez), retratada con un carácter totalitario y con toda su ridiculez inherente, sin propensión de denuncia. Pero están muy bien relatadas todas esas situaciones significativas que pertenecen al universo de recuerdos de la infancia y la adolescencia -revestidas de una comicidad constante, desde el principio al fin-, escenas vistosas que mezclan la grandilocuencia patriotera, los ejemplos históricos de heroísmo, los dogmas de lo que es bueno y lo que es malo, los sermones y los castigos, para que el alumno, el gobernante, acepte el sistema de vida y de poder que todo ello comporta.

El montaje, de Claudio Martín, respira perfectamente las atmosferas del periodo de los 40/60, donde los rasgos del franquismo escolar aparecen con mayor contundencia. Destacan la buena dirección caricaturesca de los actores y las ingeniosas escenas de trasposición de la obra a la actualidad a través de guiños cómplices con el público y con el pueblo donde realizan la función. En la interpretación Julio Galindo (Segura, niño), Antonio Solano (Noguera, niño), Miguel Marín (Tejerina, niño), Fernando Ramos (Inspector) y Juan Antonio Lara (don Ponciano y cura) se lucen en una bien construida línea de diálogos y de expresividad gestual, logrando espléndidamente el tono hilarante de los personajes en situaciones que parecen fielmente arrancadas de la época.

POR SIEMPRE, ROCIO, es un espectáculo musical sostenido en las canciones más famosas de la cantante Rocío Jurado. Si bien, el propósito de la compañía ha sido que la cantante-actriz extremeña Raquel Palma interprete a la chipionera en un concierto visto desde una trama teatral. Para ello, Miguel Murillo, ha escrito un texto teatral que parte de los ensayos para la grabación de un programa televisivo realizado como homenaje a la Jurado -visto a través de sus palabras, imágenes y canciones proyectadas en un vídeo- en la que Raquel Palma ha de cantar una canción inédita, todo en medio de una trama de confusión y de los enredos de dos personajes: la desquiciada regidora del programa (interpretada por Ana Franco) y el extraño hijo del compositor de la canción (interpretado por J.C. Corrales).

El texto de Murillo que resulta totalmente anodino, parece escrito casi con calzador y a todo correr. Pero la dirección teatral de José Antonio Raynaud es mucho peor, por el tratamiento arrevistado que introduce en unas actuaciones que nada pegan con el género de las canciones. Los actores, bastante desacoplados, se esfuerzan por hacer la poca gracia que casi nunca llega. El personaje mal dibujado y morcillero de Ana Franco no se lo puede creer nadie. Considero que ambos actores están desaprovechados.

Pero el espectáculo funciona muy bien en la parte musical, sobre todo para un público acogedor del papel de Raquel Palma, que esta espectacular -¡y guapa!- interpretando a la Jurado. Su caracterización física y gestual es perfecta y su potente y modulada voz un prodigio imitando a la estrella.

Ambas obras gozaron de los aplausos y vítores emocionados del público dombenitense.