Hay carteles y carteles, y el previsto en ese rincón de alma flamenca madrileña ‘Casa patas’ para noviembre y diciembre es para quitarse el sombrero. Porque hacer arte, es incuestionable que es un arte en sí, pero ¿no es también hacerlo el saber conjugar artistas y noches para no olvidar en dos meses trepidantes? Lo más nuevo, lo más hondo, lo que se espera, lo inevitable y lo incuestionable. Un cartel, que firma, al que considero personalmente también artista: el reputado productor Antonio Benamargo (Benamargosa, Málaga 1954) Un histórico de este arte que conoce muy bien los entresijos de este mundo. Respetado, también se ha hecho respetar con sus decisiones. Decisiones que nunca, como las más difíciles, gustaron a todo el mundo. En otra ocasión, Benamargo me decía que «cuando uno está metido en esto tienes una ‘gimnasia’ En la mente lo tienes todo aunque haya artistas más complicados y menos complicados».

Visto lo visto, Antonio se mantiene en buena forma porque el cartel ‘es de diez’ Vayan, si tienen oportunidad. Y cuando entren, dejen el sombrero en la primera silla de enea. Es para hacerlo.

--Aurora Vargas, Tremendita, Rocío Márquez.., ¿Cuántas generaciones caben en un cartel?

--Importante que estén representadas todas, porque es la manera de ver el flamenco que hemos vivido, que hemos heredado. El cante, digamos, tradicional, de generaciones con trayectoria, y al mismo tiempo, el flamenco de la gente que está rompiendo. Algunos con un concepto tradicional y otros, dentro de la vanguardia dialogando con otras músicas, otras expresiones. En esta programación, de noviembre y diciembre, hemos tratado que estén presentes todas las personas flamencas de diferentes zonas, y como le decía, también de diferentes generaciones: El Pele, Aurora, Capullo…, junto a gente muy joven como Rocío Márquez, Palomar, o José Valencia. Lo mismo ocurre con las guitarras que también están representadas de todas las zonas y formas.

--Dice David Palomar, que también visita Casa patas, ‘que no cantar una soleá en un recital es quedarse a medias’ ¿Es imprescindible seguir apoyando la base, la ortodoxia?

--A nadie le pones un puñal en el pecho para que cante una soleá, pero si le recomiendo a la gente joven que me pregunta, lo que tienen que hacer…, los mayores ya lo saben…

La noria en la gira el flamenco es la soleá. Digo ‘noria’ por ese compás cerrado que lleva…, el que canta bien por siguiriyas da el nivel, también, en la interpretación, pero no creo que sea más grande que la soleá. La soleá es más dificultosa, expresa la soledad del individuo pero a la vez, marcado con un compás cerrado, es difícil. ¿Imprescindible?..., es recomendable. Mire, las referencias no se pueden perder, pero al igual que deben estar también todas las razas, todas las zonas y todas las condiciones cantaoras.

--¿Qué ha sido lo más complicado?

--No sé…, complicado en si mismo no se me ocurre nada. Tenga en cuenta que para una persona que de golpe hace algo así debe de serlo, pero estoy en esto desde los años ochenta. Tengo a todos los cantaores en mi cabeza, y solo tengo que ubicarlos y darles un sentido. Cuando lo hice la primera vez…, ya no me acuerdo…, pero debió ser un ‘vía crucis’.

--¿Qué ha aprendido a lo largo de los años, tanto de los artistas como del propio flamenco?

--Yo he aprendido, sobre todo del artista, y también de las otras personas que estaban antes organizando, pero, sobre todo, de los artistas. También de la prensa, organizadores, programadores…, porque para mi es todo el espectro flamenco, pero con mucho, de los artistas. En general, lo mejor de este negocio son los artistas. Aprendes con y de ellos, del respeto a las costumbres internas del flamenco, del ambiente. Yo lo he aprendido todo de ellos.

--¿En qué momento se encuentra el flamenco actualmente?

--En uno extraordinario, porque la preparación de la gente joven es infinitamente mejor que la que había. Antes, cuando yo empecé, conseguíamos los discos de segunda mano…, ahora los artistas en spotify lo tienen todo…

--¿Y qué se ha perdido?

--Se ha perdido la transmisión oral, ahora los cantaores se escuchan menos los unos o los otros. También se han perdido esos núcleos familiares, los barrios...., ahora los artistas viven en chalet adosados a las afueras…, eso también se ha perdido..., la familia se ha disgregado, pero poniendo en la balanza unas cosas y otras, el futuro del flamenco me parece fantástico. Hemos perdido muchas referencias. Un cantaor como Camarón no puede salir, eso sale en diez o en once años…, aunque a lo mejor ha nacido el nuevo Camarón, ¡y no sabemos quien es!, o ¡el nuevo Enrique! (Morente) El mejor tiempo del flamenco está por venir, soy optimista por naturaleza.

--Apostar por la ortodoxia, ¿es un acto de fe?

--¿De fe? No, no es un acto de fe. Yo no apuesto por la ortodoxia. Mire, yo llevo trabajando en el flamenco desde los años 80, y en determinados momentos aposté por Ketama, Pata Negra…, yo los apoyaba como después de un tiempo dejó de interesarme. Vi en esos grupos una posibilidad de llegar a nuevas generaciones y era una idea que me gustaba: ese encuentro con otras músicas como el blues, reggaeton…, en ese momento me criticaban, pero cuando degeneró en ese flamenquito, con k, lo vi como un callejón sin salida y me di cuenta que había que apoyar al cante flamenco porque tenía más orfandad…, y los jóvenes me criticaban. Eso no quiere decir que me guste solo lo clásico. Me gustan todas las músicas. Si no soy un talibán con el reggae o con el blues, ¿cómo voy a serlo en el flamenco? Lo que hay que hacer es las cosas con honradez.

--LLeva más de treinta años programando, cuadrando carteles, creando…, ¿qué no volvería a repetir?

No, yo creo que uno se puede arrepentir de lo que no hace, pero a lo hecho: pecho. Se asume y ya está.