Hacía mucho tiempo que la pareja Judith Colell y Jordi Cadena quería trabajar junta. Elisa K, una película dividida en dos, ha sido la oportunidad de oro para juntar a los dos cineastas barceloneses, que tienen lenguajes diferentes. El Festival de San Sebastián acogió ayer la presentación de la cinta, que constata que el cine de autor está vivo y que la creatividad y el presupuesto no tienen por qué ser directamente proporcionales.

Basada en un libro de Lolita Bosch, la arriesgada y valiente Elisa K cuenta una violación. Pero no es una película sobre una violación, sino sobre el recuerdo, sobre la fragilidad humana, sobre la necesidad de enfrentarnos con nuestros problemas. Elisa es una niña que sufre un abuso por parte de un amigo de su padre. Los directores, con buen criterio, no ahondan en la morbosidad de la violación (no se ve absolutamente nada).

"Da igual lo que haya pasado. Es un abuso. Cuando se es niño, cualquier situación violenta a nivel sexual es una violación en toda regla", explicó Colell (53 días de invierno ). La niña olvida y pasa página. Años más tarde, es una joven universitaria que estudia en el extranjero. Un día, se prepara un café. Y, de repente, recuerda.

Los 15 minutos siguientes de la película ponen los pelos de punta. Aina Clotet, que ya nos encogió el corazón en 53 días de invierno, interpreta un angustiante brote psicótico. En palabras de la calle: su personaje se rompe. "Puse mi alma en la escena. La realicé después de meses de preparación. Ha sido un trabajo de orfebrería", aseguró la actriz de 28 años.

Otro de las cosas que hacen de Elisa K una película diferente es que está dividida en dos partes muy marcadas: la infancia de la protagonista y la juventud. La primera está en blanco y negro; y la segunda, en color. No es que el pasado sea oscuro y el presente luminoso, sino que se trata de una elección de los directores, cada uno de los cuales se encuentra "más cómodo" trabajando con un lenguaje cinematográfico.

Elisa K --cuyo reparto incluye a Clàudia Pons (Elisa niña), Lydia Zimmermann y Hans Richter en el papel de los padres-- finaliza con una mirada, que hace referencia a cómo termina el libro de Lolita Bosch. "Lo que piense Elisa es cosa suya. Lo que pienses tú, lector, es cosa tuya. Lo único cierto es que la infancia tiene que ser ese lugar donde sentirse seguro".