EL CAMINO DE LOS SOLOS

Elisa Berna

Olifante

Tal vez una posible aproximación a El camino de los solos sea leerlo como una muestra de épica cotidiana, aunque habría que justificar y matizar tal definición. Por un lado, el poemario de Elisa Berna que ha publicado Olifante tiene rasgos épicos por cuanto en él hay claramente un protagonista --que resulta ser la propia autora, o la voz que se apropia de su identidad en los poemas- que se enfrenta con decisión a un entorno que no siempre se muestra favorable. Además, como ya deja adivinar el título del libro, lo hace sola --aunque deje alguna puerta abierta en algún momento-.

Pero tanto este personaje heroico como los antagonistas a los que se enfrenta no son fabulaciones mitológicas, sino situaciones y escenarios cercanos y bien reconocibles. De ahí su carácter cotidiano, pero tan honorable como el más elevado lance de un cantar de gesta. Esta mirada que va de lo cercano a lo más elevado --literal y simbólicamente-- es uno de los atractivos que posee el libro.

No son sin embargo estos los únicos atributos que pueden emparentar estos poemas con la épica. También late en ellos el impulso del movimiento, del viaje iniciático: ese camino que el título nombra es por el que opta la autora en una búsqueda que al fin y a la postre no la lleva sino a encontrarse a sí misma. Y como muchas veces sucede, los pasos dados a través de ese itinerario son tan importantes como el destino que finalmente se alcanza.

Elisa Berna afronta ese trayecto con la cabeza alta, y aunque a veces se muestre insegura del poder de su palabra para nombrar lo que la rodea, sale triunfante de esta tensión entre el yo y los otros. De este modo, su poemario se convierte en una vigorosa puesta en escena de esta lucha, con unos versos en los que hay dolor reflexivo y miedo ante las sombras, pero también y sobre todo una afirmación vital y decidida.