Paco Camino y José Tomás han devuelto la Medalla de Oro de las Bellas Artes que les otorgó el Ministerio de Cultura. La reacción de ambos diestros, que simbolizan la estética de la tauromaquia, se produce como protesta por la que se le ha concedido a Francisco Rivera Ordóñez, cuyo galardón también criticó en tierras mexicanas Morante de la Puebla, otro arrebatado esteta.

Nunca fueron los taurinos un gremio bien avenido, antes al contrario. Cuando ciertos toreros decidieron abandonar las páginas de El Ruedo y se pasaron a las del colorín para lucir hijas de la aristocracia y mises curvilíneas, el divorcio entre el toreo clásico y el otro se acentuó al máximo.

Hubo quiénes permanecieron fieles a sus ideales y algunos que compaginaron las arenas con la prensa rosa. Francisco Rivera Ordóñez es muy dueño de hacer con su vida lo que le plazca y le rente más. Lo preocupante es la falta de criterio del Ministerio de Cultura, que mete en el mismo talego la pureza del toreo y la explotación frívola y cotorrera de la vida privada de algunos matadores de toros.

Quiero pensar que el ministro Molina nunca premiaría con igual galardón a Manuel Chaves Nogales y a un guionista de culebrones. ¿O tal vez sí?