«Sé lo que pasará a partir de ahora: todo el mundo me empezará a decir que estoy acabado y con un poco de suerte, si sobrevivo, dentro de unas cuantas décadas me darán otro premio como este», bromea Ethan Hawke sabedor de que el galardón honorífico que el Festival Internacional de Cine de Locarno acaba de entregarle es una incongruencia. Este tipo de reconocimientos suelen concederse a viejas glorias y él, a sus 47 años, está en plena forma: por un lado, se da por hecho que será uno de los nominados al Oscar por su papel en la nueva película de Paul Schrader, First reformed -ya fue candidato por sus actuaciones en Día de entrenamiento (2001) y por Boyhood (2014)-; por otro, la crítica está poniendo por las nubes su cuarto trabajo como director, Blaze, en el que cuenta la historia del malogrado músico country Blaze Foley.

«A estas alturas he trabajado para directores tan distintos como Alfonso Cuarón, Sidney Lumet, Richard Linklater y Peter Weir, y de todos he aprendido algo que me ha resultado útil a la hora de hacer la película», explica al hablar de lo satisfecho que se siente de Blaze, que ha tenido su estreno europeo en Locarno. «En ella queda en evidencia toda mi pasión como narrador. Me encanta contar historias», añade. Hawke, en efecto, es un estupendo conversador; tiene sentido que coescribiera Antes de…, la magistral trilogía de Linklater en la que él y Julie Delpy escenifican 20 años de romance casi exclusivamente a través de charlas y más charlas sobre la vida y el amor.

Crecer a toda pantalla

«Ni yo mismo me acabo de creer que llevo más de 30 años actuando», asegura, y al oír la frase es inevitable recordarlo subiéndose a una mesa para gritar «¡Oh, capitán, mi capitán!» al final de El club de los poetas muertos (1989), que rodó con 18 años. A los 24, gracias a Bocados de realidad (1994), se convirtió en icono de la Generación X. Con la madurez empezó a explorar su lado oscuro a través de títulos como Vidas ajenas (2004) y Antes que el diablo sepa que has muerto (2007), y recientemente ha experimentado el éxito de taquilla gracias a películas de terror como Sinister (2013) y The Purge (2013). El rostro se le ha endurecido en el proceso, pero el aire de fragilidad e ingenuidad juveniles sigue ahí.

«Desde joven tuve muy clara la diferencia entre quien yo era y la persona que los demás veían en mí», explica acerca de la apacible relación que ha mantenido con la fama en estos años. «Una de las últimas veces que hablé con River Phoenix lo noté atormentado por la imagen simplificada que los demás tenían de él», recuerda acerca de su compañero de reparto en Exploradores (1985), fallecido en 1993 por una sobredosis. «Afortunadamente, yo nunca tuve ese problema. Eso me ha ayudado a no acabar envenenado por mi propio ego, como acaban muchos de quienes se pasan la vida frente a una cámara».

Exposición mediática

Eso, por supuesto, no significa que la exposición mediática no le haya acarreado algún que otro problema. El más notorio tuvo lugar en el 2004, cuando se divorció de Uma Thurman entre rumores de infidelidades y vilipendiado por la prensa. «Fue uno de los momentos más oscuros de mi vida. Sentí que había fracasado, que no iba a ser el padre que me había propuesto ser». Buscó refugio en el teatro. «Pensé que, si me centraba en mejorar como intérprete, quizá de rebote también podría mejorar como ser humano». Ese, confiesa, ha sido su objetivo desde entonces. «Mis hijos me admiran, mucho más de lo que merezco. Eso me hace querer ser la persona que creen que soy».

Quizá sea por eso que, de todos los actores de su generación, es el que más estricto se ha mostrado a la hora mantener la integridad artística. Se le ha ofrecido participar en numerosas películas de superhéroes a lo largo de los años; rechazó interpretar a Batman y al personaje que Will Smith encarnó en Independence Day (1996), y más recientemente los estudios Marvel trataron sin éxito de convencerlo para que diera vida al Doctor Strange. «Crecí en un hogar en el que no se daba mucho valor a la fortuna económica», afirma para justificar que nunca haya participado en una película por motivos monetarios. «Mis padres siempre prestaron más atención a la vida espiritual, y así es como fui criado. Creo que tener muchas posesiones materiales me resultaría embarazoso».

El criterio por el que se rige a la hora de tomar decisiones es muy distinto. «Todo lo que hago es fruto de un intento de averiguar cuál es el propósito de mi paso por el mundo». Reconoce no haber hallado respuestas todavía. «No creo que existan, pero da igual: buscarlas hace que todo sea más divertido. De niño pensaba que tarde o temprano la vida se me empezaría a hacer aburrida. Qué equivocado estaba».