La primera vez que vi Dónde está la casa de mi amigo, me sorprendí pensando que las madres son madres en todo lugar, en Irán o en España. «No te retrases», «No salgas antes de hacer los deberes». La primera vez que hablé con un abogado de Melilla, que llegó a nuestro país en patera, descubrí que las comunidades se mueven por los mismos parámetros: «No podemos volver fracasados, porque... qué dirán en el pueblo». Los extraños, que siempre son los otros, crean una amalgama nebulosa de pensamiento: asumen el mismo discurso (el que nosotros les otorgamos), o son supersticiosos (las grandes religiones son las únicas verdaderas), o vagos o... o, si vienen de determinados lugares del planeta, son fanáticos y les han lavado el cerebro. Los esclavos de mis esclavos es una obra de teatro que nos cuenta que, miren, a veces no. A veces no son tontos, ni incultos, ni atrasados. En escena, tres cooperantes. Una mujer, con un burka, Amina, les trae la comida. Nunca habla, pero un día lo hace. Julio Salvatierra, el dramaturgo, se basó en dos libros: An evil cradling, de Brian Keenan, un profesor irlandés que estuvo cuatro años y medio en poder de integristas chiíes en el Líbano; y Captive, de Jere Van Dyk, un periodista americano al que se le ocurrió entrevistar a Bin Laden y al que capturaron: pasó dos meses en una prisión talibán en las montañas.

Hubo un tiempo en que los musulmanes afganos eran los buenos: nos lo mostró Rambo, la tercera. Luego fueron los malos. Bin Laden también era de los buenos: luchaba contra el comunismo en Afganistán: al fin y al cabo, le entrenó la CIA para eso. Al Zawahiri, el otro enemigo público número uno, la mano derecha de Bin Laden, es médico cirujano y habla tres idiomas con fluidez. Puede que sea un fanático, pero inculto no parece.

Cuando Fidel Castro y sus compañeros se daban por muertos, intervino el teniente Pedro Sarría, del ejército de Batista, les dijo a sus soldados: «No disparen. No disparen». Y, en voz más baja, repetía: «No disparen: las ideas no se matan. Las ideas no se matan». Fidel le ascendió a capitán.

Si se quiere luchar contra alguien, lo mínimo es no subestimarlo. Cambiar el punto de vista. Eso es lo que logra el teatro, muchas veces. Eso es lo que logra el cine, también, cuando es bueno.

Se acercan los Oscar. Habrá que ver si La La Land es la gran triundadora y se impone a los dramones que se han estrenado en el último año y habrá que ver cuál de ellas pasa, cuarenta años después, a la posteridad. Sam Peckinpah, el director de La Balada de Cable Hogue, Perros de paja, Grupo Salvaje, Quiero la cabeza de Alfredo García o Pat Garrett y Billy el Niño nunca tuvo un Oscar. Tampoco Edward G. Robinson, Montgomery Clift, Cary Grant. Es lo más divertido del mundo: ver quién no lo ha tenido, por si acaso nuestra favorita no gusta. Bob Dylan sí lo tiene, ojo: a la mejor canción, por Things have changed, de la película Wonder Boys. A él se dedica un ciclo en la Filmoteca de Extremadura. El otro, a Isabelle Huppert, no solo con Elle, que el cine club Forum también programa en Mérida, sino con esa reflexión maravillosa sobre el modo en que la vida cambia en un segundo y sobre la felicidad que es El porvenir, de Mia Hansen-Løve. En Elle, Paul Verhoeven nos cuenta, entre otras cosas, como siempre (relaciones laborales, relaciones con los ex, relaciones con la familia, relaciones con los amigos), la historia de una mujer a la que violan y que se quiere vengar. Huppert ganó el Globo de Oro. Los candidatos a los Oscar se sabrán el día 24, así que no sabemos si estará o no entre ellos. Y queda mucho para San Sebastián... donde un director español, hace relativamente poco, se llevó la Concha de Oro, ante el asombro de todo el mundo.

Se llama Isaki Lacuesta: está rodando y no puede venir a Extremadura. Hace 15 años, la persona que mejor piensa el cine que conozco, que es mi hermano Nacho, me dijo que le siguiera la pista. Ha firmado, con Isa Campo, La próxima piel, sobre un adolescente que desapareció pero que llega a casa después de ocho años. Lo que ocurre es que no se sabe si es él o no es él. Como en los cuentos de hadas: «En un país remoto, había y no había un reino...». La familia, la ausencia del padre, las relaciones entre la gente que vivió un tiempo bajo el mismo techo, la culpa, la memoria, el olvido, la inocencia.

Ese salir de mí y ser uno con los otros que a veces, si son buenos, te ofrecen el cine y el teatro.

Las citas del fin de semana

‘Los esclavos de mis esclavos’. Viernes, 13 de enero, 21.00 horas. Sábado, 14 de enero, 19.00 horas Sala Guirigai (Los Santos de Maimona).

‘Pat Garrett and Billy The Kid’. Viernes, 13 de enero. 20.30 horas. Filmoteca (Cáceres).

‘El porvenir’. Domingo, 15 de enero. 18.00 horas, 20.15 horas y 22.30 horas. Centro de Ocio Contemporáneo (Badajoz). Jueves, 19 de enero. 20.30 horas. Filmoteca de Extremadura (Cáceres).

‘Elle’. Lunes, 16 de enero. 19.00 y 21.30 horas Cinesa El Foro (Mérida).

‘La próxima piel’. Jueves, 19 de enero. 20.30 horas. Sala Verdugo (Plasencia). Aula Cultural de Caja Badajoz (Mérida).