Pasó buena parte de su vida enseñando inglés en diferentes institutos de Nueva York, pero si por algo será recordado Frank McCourt es por el desgarrador libro con tintes autobiográficos que publicó una vez jubilado en 1996 y que le encumbró a lo más alto de la literatura contemporánea de Estados Unidos. El autor de la obra superventas Las cenizas de Angela falleció el domingo en Manhattan víctima de una meningitis detectada hace dos semanas y a las complicaciones de un cáncer de piel encontrado meses antes.

Estaba a punto de cumplir 79 años cuando su vida se apagó definitivamente en una clínica para enfermos terminales de Nueva York, la misma ciudad que le había visto nacer el 19 de agosto de 1930. Hijo de una pareja de inmigrantes irlandeses. Los McCourt decidieron volver desde Brooklyn a su país de origen cuando el pequeño Frank tenía cuatro años y fue en Limerick donde pasó una infancia rodeado de los sinsabores de la miseria y la pobreza.

Era el mayor de siete hermanos de una familia católica irlandesa. Su padre, Malachy McCourt, nunca logró superar los problemas de alcoholismo que arrastró desde las tabernas de Brooklyn hasta su muerte en Irlanda, y fue su madre, Angela, la que tuvo que llevar las riendas de la familia en un ambiente frío y desolador que estuvo marcado por la muerte prematura de dos hermanos gemelos y de una hermana por desnutrición.

Ese ambiente trágico de miseria y desesperación que supo describir magistralmente en la primera parte de sus memorias autobiográficas, que tuvo una tirada inicial de 25.000 ejemplares, le elevó sin casi darse cuenta a la categoría de escritor de renombre, que se vio enseguida recompensado con un merecido Pullitzer y el premio Libro del Año en Estados Unidos en 1997, concedido por el prestigioso Círculo Nacional de Críticos, entre muchos otros.

±Mi sueño era tener un número de catálogo en la Biblioteca del Congreso, eso era todoO, afirmaría el escritor en alguna ocasión. Pues bien, el libro se tradujo a más de una treintena de idiomas, fue número uno en las listas de ventas de medio mundo, y adaptado años más tarde para la gran pantalla por el director Alan Parker en una película homónima protagonizada por Emily Watson, en el papel de Angela, y el escocés Robert Carlyle, en la piel de Malachy.

McCourt, que ya estaba retirado de la enseñanza y podía entregarse a los placeres de la escritura, publicó en 1999 Lo es, la continuación de Las cenizas de Angela, en la que relató sus primeros años como inmigrante en el Nueva York de los cincuenta, y seis años más tarde llegaría una tercera parte, El profesor, en la que contó sus peripecias como maestro durante casi tres décadas en colegios para niños ricos, como el McKee High School y el Stuyvesant High School.

Años más tarde, McCourt revelaría que su experiencia en las aulas y el contacto diario con los alumnos fue lo que le impidió ponerse a escribir hasta bien pasados los sesenta, aunque también reconoció que de no haber sido por aquella etapa de su vida jamás se habría convertido en escritor.