La noticia tuvo el efecto de un puñetazo, se propagó con el desconsuelo que solo la muerte pone a las palabras. Se fue Rodolfo Fogwill. Falleció el sábado, a los 70 años, en Buenos Aires. El faso (cigarrillo), que consumió con voracidad, le terminó jugando la temida mala pasada. Un enfisema pulmonar provocado por el tabaquismo se acabó llevando al hombre a quien le gustaba considerarse entre los tres escritores vivos más importantes de su país, Argentina.

Esa broma jactanciosa escondía una enorme cuota de verdad, más allá de las jerarquías. Narrador, poeta, periodista, sociólogo, publicitario, provocador profesional, Fogwill, a secas, como se hacía llamar en los últimos años, deja una enorme marca en la literatura argentina de los últimos 30 años. Su legado más potente, Los pichiciegos (1983, reeditado recientemente por Periférica), es un delirante fresco sobre la guerra de las Malvinas, escrito al compás de la misma confrontación bélica, en 1982, que intuyó como desastrosa para Argentina mientras los medios propagaban sones de una victoria inverosímil ante Gran Bretaña.

Es, también, autor de las novelas Vivir afuera y En otro orden de cosas . Esta última, una de las miradas más corrosivas de 12 años argentinos atravesados por la violencia y el descalabro, el periodo entre la víspera del regreso de Juan Perón (1971) y la caída del régimen militar (1982). Fogwill fue además un poeta inspirado y uno de los cuentistas fundamentales de un género que tiene en Argentina exponentes como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Abelardo Castillo. En Los libros de la guerra se reúnen sus textos periodísticos, en los que mezcla sarcasmo y premonición. Melómano apasionado, la obra de Fogwill está dominada por una obsesión, Argentina: "En mi cabeza no hay mas información que esta, ni otra que me movilice tanto". Como pocos, ha sacado a luz sus paradojas y contradicciones. "Nada parecía irritarlo tanto como el populismo, la estupidez y la prosa mal escrita", afirmó ayer el escritor Guillermo Piro.

NACE UN MITO Al hombre que fundó en los 80 la editorial Tierra Baldía, en la que publicaron nombres fundamentales como Néstor Perlongher, César Aira, Leónidas y Osvaldo Lamborghini, se le empieza a recordar ya como un maestro generoso y un enemigo temible. "El último acto, la última provocación del francotirador, dejó sin palabras a los que escucharon la noticia. El cuerpo le pasó facturas por el exceso de tabaco. Hoy nace un mito, tallado por él mismo con la obsesión del publicista póstumo. El escritor de ojos desorbitados fue para la literatura argentina lo que Maradona es al fútbol", escribió el diario Página 12 .