Familiares, amigos y compañeros de Miguel Fisac despidieron ayer en el cementerio madrileño de Fuencarral al insigne arquitecto con las palabras que él mismo utilizó en sus reflexiones sobre la muerte: "Yo no seré nunca un muerto, porque morir no es acabar" sino alcanzar "una paz infinita".

El teólogo Benjamín Forjano, amigo de Miguel Fisac, fue el encargado de leer una carta al arquitecto, fallecido ayer a los 92 años, junto a la tumba en la que fue enterrado ayer al mediodía, la misma que el artista diseñó para enterrar a su hija Ana, muerta en 1964 a los 7 años.

En este monumento fúnebre de granito, sobrio y rústico y junto al que Fisac colocó un agreste rincón de tomillo y un pino que, con los años, se ha convertido en uno de los árboles más grandes del cementerio, fue enterrado el arquitecto, considerado un artista clave en la incorporación de la arquitectura española a la modernidad del siglo XX. Fisac definía la muerte como "una modesta percha" para "un viejo traje", y no como "un muro final".