Hasta ayer, no estaba del todo demostrado que Fatih Akin tuviera sentido del humor. Después de todo, si en el cine europeo de autor existe el estrellato, el cineasta alemán de origen turco ha accedido a él (un Oso de Oro en el festival de Berlín y un premio al mejor guión en el de Cannes) contando historias de intensidad dramática casi paródica (Contra la pared ) o de pretendida épica emocional (Al otro lado ). Por eso, es toda una sorpresa y una buena noticia que ayer, presentando en el concurso de la Mostra de Venecia la comedia Soul kitchen , demostrara saber tomarse la vida un poco a broma.

"He comprendido que hacer comedia me resulta mucho más complicado que hacer drama --explicaba ayer el director tras la proyección del filme--, porque seguir las convenciones es mucho más difícil que romperlas. A veces lo más difícil es precisamente lo que parece más fácil". En otras palabras, Akin está tan acostumbrado a pensar en grande que reducir la escala le cuesta horrores. O bien es un guasón después de todo, o bien está encantado de conocerse.

En cualquier caso, Soul kitchen es lo que es. Una historia "sobre la confianza, el amor y la lealtad", la definió ayer su responsable, condenadamente entretenida, trufada de gags eficaces y carente de pretensiones y alardes. "Necesitaba hacer algo distinto a mis películas previas. Detesto a esos directores que, en cuanto hacen una película de éxito se limitan a repetirse una y otra vez. No quiero que en el futuro se me identifique con un estilo concreto, que exista un estilo Akin".

Además de Soul kitchen se presentó a concurso La doppia ora , ópera prima de Giuseppe Capotondi. Es un desmesurado thriller hecho en Hollywood con Angelina Jolie y Hugh Jackman.

Eso sí, apoya todo su impacto dramático en uno de los trucos más viejos y chusqueros de los guionistas para explicar un misterio: todo era un sueño, una ilusión.