Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936 ) es un exceso, uno de los grandes de las letras en castellano, aunque él se haya empeñado en crear una figura razonable y consecuente. Y la que compuso ayer recibiendo la noticia de que, finalmente, los miembros de la Academia sueca habían decidido concederle ese Premio Nobel tan merecido como esquivo, es absolutamente vargallosiana. El anunció le pilló trabajando, preparando sus clases. Sin aspavientos. Con esa elegancia, quizá un poco pasada de moda que le caracteriza. Fue Juan Carlos Onetti, gran amigo suyo, quien dijo que para él la literatura era una amante mientras que para Vargas Llosa era una esposa, a la que hay que atender cotidianamente.

Hay muchos Vargas Llosa en ese exceso: el escritor, el seductor, el creador de opinión, el político, el actor. Pero el primero de todos fue el pequeño Mario, criado entre algodones, quien a los 10 años descubre que el padre al que creía muerto sigue vivo y ha vuelto para convertirse en el gran dictador de su existencia. No es muy difícil establecer ahí el kilómetro cero de esa obsesión por el poder que recorre fundacionalmente sus mejores novelas, Conversación en La Catedral , La guerra del fin del mundo , La fiesta del Chivo . "Me aferré a la literatura porque sabía que eso le iba a molestar", ha dicho. El padre envía a Varguitas, 14 años cargados de rebeldía, a la Academia Militar Leoncio Prado de Lima, donde convertirse en un gran lector le salva la vida. La crónica heroica de esa supervivencia será su primera novela La ciudad y los perros , punta de lanza del boom, que en 1962 descubrirá el Premio Biblioteca Breve en Barcelona.

El motor de esa vocación, fuerza es reconocerlo, fue Julia Urquidi, la Tía Julia (hermana menor de la esposa de su tío Lucho y protagonista de una de sus novelas más populares). A la buena burguesa no se le cayeron los anillos a la hora de trabajar para subvencionar a su joven marido a fin de que éste pudiera escribir sin agobios. Tiempo después el escritor se enamoró de su prima Patricia que se convertirá en la madre de sus tres hijos, Morgana, Alvaro y Gonzalo.

En París, además de dedicarse a la escritura, el autor da rienda suelta a su amor por la cultura francesa, ejemplificada en Flaubert, su autor de cabecera en lo literario y en Sartre, en lo ideológico, lo que le vale el apelativo de El sartrecillo valiente . Su posición en la izquierda política tiene su punto de inflexión en el manifiesto que firma y prácticamente redacta en Madrid en 1971 a favor del cubano Heberto Padilla, anatemizado por Fidel Castro. Es el principio de un importante viraje ideológico que le convierte en un líder de opinión conservador --él prefiere denominarse liberal--, detestado por buena parte de la antaño poderosa izquierda intelectual latinoamericana que, en buena ley, no puede minimizar su categoría literaria.

VIVIO EN BARCEONA

En el capítulo de cómo ganarse enemistades que tan bien domina están las declaraciones antinacionalistas formuladas en algunas de sus visitas a Barcelona, la ciudad en la que vivió y bebió a placer junto a otros miembros del boom en los 60 y el fallido intento de convertirse en presidente de Perú, derrotado por el populista y más tarde autogolpista Fujimori en 1988. En esa pugna, las letras salieron ganadoras.

Ya con pasaporte español en su poder, miembro de la Real Academia de la Lengua y bendecido con los más importantes premios, como el Príncipe de Asturias, el Cervantes y el Planeta, la política quedó solo para sus artículos. Sin embargo, el 2001 se sintió moralmente obligado a oponerse a su hijo Alvaro frente a la campaña que éste emprendió contra el candidato Alejandro Toledo. Todo un culebrón que la prensa internacional aireó a placer.

La penúltima de las reencarnaciones del escritor hasta la fecha tiene que ver con su ya legendario poder de seducción. Convertido en actor y siempre junto a la actriz Aitana Sánchez ha participado en tres montajes, La verdad de las mentiras , Odiseo y Penélope y Las mil y una noches , suerte de personales lecturas dramatizadas. El realismo inquebrantable de Vargas Llosa le ha convertido también en un viajero impenitente. Sin que parezcan afectarle sus 74 años y emulando a Conrad, viajó por el río Congo para las localizaciones literarias de su esperadísima próxima novela. El sueño del celta , que estará a la venta el 3 de noviembre, quizá con la faja Nobel de Literatura 2010.