«No era solo un fotógrafo, era también el guardián de nuestra historia», declara el multipremiado y polifacético músico Quincy Jones en la introducción de Jazz images (Elemental Music Records), un libro que recoge las fotos de Jean-Pierre Leloir (París, 1931-2010). La obra del fotoperiodista francés, gran amante del jazz y de otros estilos musicales, se halla reunida en un extenso archivo en París, y ahora algunas de sus mejores imágenes, muchas inéditas, han sido recopiladas por Gerardo Cañellas y Jordi Soley en un lujoso volumen. Aparte de fotografías, Jazz images incluye un compacto con 18 piezas seleccionadas de entre una colección de álbums legendarios con portadas de Leloir.

«La idea del libro surgió de forma improvisada», confiesa Soley, coleccionista de jazz y antiguo propietario de la tienda Jazz Collectors, que se embarcó en esta aventura junto al también coleccionista de jazz y fotógrafo Cañellas, que regenta dos clubs de jazz, uno en Palma y otro en Buenos Aires. Para ambos, penetrar en el inmenso archivo de Leloir en París fue fascinante. Elegir entre tantas imágenes, sin embargo, supuso un drama. Costaba mucho dejar fuera fotos que consideraban históricas. «Todas eran de una calidad brutal. Al final nos inclinamos por aquellas que más nos gustaron y por las más sorprendentes».

Entre estas últimas, por ejemplo, está una serie dedicada a Miles Davis donde el trompetista negro, conocido por su carácter complicado, aparece relajado y sonriente en la Costa Azul. En los 50 y 60, los músicos de jazz que descubrieron Europa conectaron no solo con un nuevo público, sino con otra forma de vida. Mientras que en su país se les impedía alojarse en los hoteles de Las Vegas donde actuaban y debían utilizar la puerta de servicio por su color, en Francia eran tratados como estrellas.

Hay que poner en contexto, por tanto, esas fotos de Miles Davis en una tumbona o de Nina Simone bañándose en una piscina de hotel junto a su hija. Este tipo de imágenes de los artistas en situaciones cotidianas en la Costa Azul, alejados de los focos, muestra la confianza que Leloir tenía con los grandes nombres del jazz. Su discreción y su admiración sincera fueron claves para poderse acercar tanto a los músicos. «En realidad, Jean-Pierre era un músico, pero su instrumento era la cámara, de la que no se separaba jamás», señala Michel Legrand, que aparece en el libro muy joven, en 1966, dirigiendo la banda sonora de Les demoiselles de Rochefort.

Quincy Jones admite que se emocionó al ver una foto de Jazz images en la que aparece en su apartamento de París junto a Sarah Vaughan en 1958 escuchando música en un electrófono de la época. «Leloir tenía un talento único para preservar toda la atmósfera y emociones del momento. No se comportó nunca como un paparazi, sino como un amigo», escribió el ganador de 79 premios Grammy tras ver el libro.

Son imágenes de otra época. Una periodo que parece ya muy lejano y en el que uno podía llegar hasta la escalerilla del avión para captar la primera o última imagen de un artista en el país. Así, aparecen un relajado Count Basie, con su cámara de turista en ristre a su llegada al aeropuerto de Niza para actuar en el Festival de Antibes de 1961, y un elegante Lester Young, en 1959, en el aeropuerto de Orly.

Portadas de discos

Las imágenes de Leloir ilustraron muchas ediciones europeas de álbumes de jazz de los años 50, 60 y 70. Él seguía la escena francesa del jazz, pero también era amigo de artistas de la chanson. Era un habitual de los conciertos en París, los festivales de Antibes y Cannes. «Le gustaba mucho trabajar en el backstage. Ya había otros libros suyos dedicados a esas fotografías, por eso el nuestro incluye otro tipo de imágenes más íntimas de los artistas», apunta Soley. Y destaca un retrato de John Coltrane en el que el saxofonista aparece sonriendo. «Apenas hay fotos suyas donde le veamos así».