Igual que ayer, nevaba con fuerza sobre buena parte de Francia cuando, el 4 de enero de 1960, Albert Camus perdió el control del volante y su coche acabó empotrado contra uno de esos plátanos que jalonan las carreteras galas. Tenía 46 años. Al cumplirse medio siglo del accidente que segó la vida del autor de La peste , tres años después de ganar el Nobel de liberatura, el escritor y filósofo inconformista sigue siendo polémico. Francia commemora el aniversario con la publicación de nuevas biografías y sumida en un agitado debate sobre la oportunidad de trasladar sus restos al Panteón, donde descansan las grandes figuras del país.

La iniciativa del presidente, Nicolas Sarkozy, de rehabilitar así a un intelectual controvertido en su época no ha sido bien acogida por todos. En primer lugar por la familia. Jean, el hijo de Camus, no ve claro que el hombre del pueblo deba reunirse con André Malraux y Alexandre Dumas, los últimos en ingresar en el santuario de los padres de la patria. A su juicio, los restos de quien rechazaba todo tipo de poder y era despreciado por la intelectualidad parisina deben seguir enterrados en Lourmarin, en la bella región sureña del Luberon que le recordaba el sol de su Argelia natal y donde decidió invertir el dinero del Nobel en una casa de campo. El accidente que segó su vida se produjo justamente en el viaje regreso a París tras pasar las navidades en su segunda residencia.

"Pienso en todos aquellos que son del mismo orígen que mi padre, es decir, muy pobres, y a mi abuela que limpiaba casas. Quizá sea un homenaje también a ella. Desde este punto de vista puede ser un símbolo para las personas que llevan una vida difícil", opina su hija Catherine.

Catherine es autora de una de las novedades editoriales, Albert Camus, solitario y solidario , a la que se ha sumado un diccionario, una biografía centrada en sus últimos días de vida y otras dos obras, sobre su pensamiento y sobre sus orígenes de pied noir, como se denomina a los franceses nacidos en Argelia. Las publicaciones reivindican el espíritu libre y la vigencia del pensamiento del autor de El extranjero , que denunció las injusticias de la derecha y del colonianismo y los tremendos abusos del comunismo, lo que le valió ser tratado de "perro guardián del capitalismo" por sus contemporáneos de la izquierda. "El escritor no puede estar al servicio de los que hacen la historia. Está al servicio de los que la sufren", dijo en el célebre discurso pronunciado al recibir el Nobel.