Antonio Gades fue incinerado ayer sin su familia, sólo acompañado por diplomáticos cubanos, y las cenizas serán esparcidas en los próximos días en la isla caribeña con cuyo régimen político siempre se identificó. Antes de morir, el bailarín y coreógrafo dejó claramente establecido cómo su familia y sus amigos debían afrontar el momento de su fallecimiento: nadie le vería una vez que cerrara los ojos.

La austeridad en los gestos y la disciplina en el comportamiento, señas de identidad de la vida del artista, fueron patentes también después de su muerte, ocurrida el martes. El había dejado dicho a su familia cómo quería que fuera su despedida de este mundo: en silencio y casi en soledad.

Tras pasar la noche en el tanatorio de la M-30 de Madrid sin que nadie lo velara, el cuerpo de Gades fue llevado al crematorio del cementerio de La Almudena para su incineración en la privacidad más absoluta. Poco antes de las tres de la tarde, el coche fúnebre llegó a toda velocidad al crematorio, entró por una puerta trasera al recinto que se cerró tras la llegada de dos automóviles en los que viajaban miembros del cuerpo diplomático de la embajada de Cuba. Cumpliendo sus órdenes, no estuvo presente ningún familiar ni amigo.

Hoy las cenizas de Gades viajarán a Cuba, destino del último viaje que realizó en vida. El diario oficial cubano Granma lamentó la pérdida "de un inmenso amigo", al que calificó como "artista, revolucionario y comunista".

HOMENAJE EN MERIDA El director del Festival de Teatro Clásico de Mérida, Jorge Márquez, quiso ayer rendir un pequeño homenaje a Gades, a quien definió como "uno de los grandes renovadores del baile y de la escena".

"No sólo es de justicia, sino porque es una triste casualidad que, precisamente cuando muere Antonio, vayamos también a hablar hoy aquí de renovadores de la escena", afirmó Jorge Márquez en referencia a Robert Wilson.