El cantante y ministro de Cultura de Brasil Gilberto Gil (Salvador, Bahía, 1942) recoge hoy en Cáceres el Premio Extremadura a la Creación a la Mejor Trayectoria Artística, junto al resto de galardonados en la edición del 2005 (los escritores Juan Goytisolo y Angel Campos, y la cantante Bebe). Gil viaja a Extremadura en un momento complicado para su Gobierno, cuando se han difundido casos de corrupción en el partido que lo sostiene (Partido de los Trabajadores).

El artista, que fue, junto a Caetano Veloso, uno de los renovadores de la música brasileña en los años 60, que pasó por la canción protesta, la fusión de la tradición brasileña y el pop anglosajón, y fue perseguido por la dictadura, cerró un ciclo vital con su nombramiento como ministro de Cultura del gobierno de izquierdas dirigido por Lula da Silva desde el 2003.

MILITANCIA Milita en el Partido Verde y desde él, su actividad política dejó una impronta en la recuperación del centro histórico de Salvador de Bahía, donde fue secretario de Cultura. De manera que la relación entre la política y la cultura la vive como algo natural. "La política es parte de la cultura", declaró ayer en Cáceres en un encuentro con los medios de comunicación. "En un sentido profundo, lo que no es naturaleza es cultura".

Por eso sigue ejerciendo ambas actividades. Durante julio ofreció 22 conciertos, y ahora, al regresar a Brasil, seguirá estudiando la manera de hacer que la cultura tenga, dice, un alcance universal, refleje la diversidad del mundo y se aleje de los presupuestos económicos en los que frecuentemente cae.

Por la noche, al volver de su despacho a casa, seguramente empuñará la guitarra y tocará para su familia o amigos; pero sobre todo para sí. "Es lo que más me gusta: tocar para mí".

"Es una satisfacción haber sido premiado", dijo Gilberto Gil cuando se le preguntó por sus sentimientos respecto al Premio Extremadura. Los reconocimientos "son siempre una forma de estrechar el diálogo, ahora entre dos pueblos vecinos como Brasil y España, con elementos comunes".

El galardón le ha permitido conocer una tierra poco o nada conocida en Brasil. "Allí se habla más de Cataluña, de Galicia, de Asturias, de Castilla; pero no de Extremadura". Ahora, el propio Gil podrá convertirse en un embajador de lo extremeño, "de su naturaleza, de este Cáceres tan particular y de tanta belleza", de manera que Extremadura "debería ser más conocida".

Gil resaltó la dimensión cultural del premio y cómo se siente "en el centro de la búsqueda de un sentido vital más amplio. Hay algo personal en verse reconocido como alguien que ha hecho algo que cuenta. Y me importa mucho lo que quiere el premio, que es abarcar el mundo iberoamericano".

"La política es una forma de seguir realizando los sueños", afirmó. ¿Y la corrupción que se ha descubierto en el seno del propio partido gobernante? "La corrupción --contesta Gil-- es parte de la vida, del ser humano, de la cultura, es algo natural".

RENOVACION Su incesante actividad musical arrancó a los 8 años, cuando tocaba el acordeón. El músico y el estudiante convivieron durante años, en los que llegó a convertirse, en la década de los 60, en cantante protesta y formar parte del movimiento del Tropicalismo, abierto a infinidad de influencias. Era la época de la fusión de la tradición brasileña y el pop anglosajón, de lucha contra la dictadura, del breve exilio británico, de la fama.

"Mi música --resume Gil-- es de Brasil, una mezcla de ingredientes, especialmente africanos por la presencia tan fuerte de sus gentes en el país. Pertenezco a una generación que cree en el arte como una forma de manifestación de una conciencia universal, que conduce a la paz, a la armonía para superar las grandes contradicciones de la vida, con una cierta dimensión utópica y de deseo de que la música sea un instrumento de búsqueda de la vida buena". Estas razones "poéticas" son las mismas que le llevaron a aceptar el cargo de ministro. "Estoy vivo y pertenezco a este movimiento de la vida que ahora hay en Brasil".