El espectáculo Yo soy aquel negrito , de la compañía extremeña Rodetacón, se despidió ayer del público madrileño arropado por el aplauso de los espectadores y los buenos comentarios de la crítica.

Yo soy aquel negrito se estrenó en el teatro Wonderland Mayor de Madrid el 1 de diciembre pasado y cerró anoche con el teatro lleno, culminando una temporada en la que la compañía ha superado las 200 representaciones.

Este espectáculo teatral, en el que las artes escénicas se mezclan con la música y las técnicas audiovisuales, cuenta con los ingredientes básicos para triunfar, como ese Cola-Cao al que se alude de forma reiterada durante los 80 minutos de representación.

CARTELERA Yo soy aquel negrito ofrece una historia atractiva, la de España a partir de los años 50: inmigración, represión, progreso económico, libertad... contada desde la visión del dramaturgo extremeño Miguel Murillo, que en estos días también tiene en la cartelera madrileña otra de sus obras, Armengol .

El drama y la comedia se unen para ofrecer un cóctel agridulce que deja un buen sabor de boca en el espectador, que al final se queda con ganas de más.

Otro de los ingredientes básicos del montaje es el reparto, en el que brilla con luz propia la actriz emeritense Eulalia Donoso, que encarna a Amparo, un ama de casa que evoluciona con las décadas y que sólo tiene la oportunidad de mirar el mundo, primero por la radio y luego por el televisor.

En la pantalla, el Nodo enseña a Amparo imágenes que son verdaderos símbolos mientras que un grupo de bailarines va dando paso a las distintas décadas mediante las músicas, de aquí y de allá, que han dejado huellas en la memoria.

Ese negrito, narrador y protagonista de la historia, excusa y argumento principal, también es un elemento clave para el desarrollo de la crítica social, de la que no está exenta el espectáculo, centrada en un mundo que se vuelve multicolor con la llegada de la inmigración.

En este montaje, que en Extremadura ha batido récords y es el más solicitado de la red de teatros en esa comunidad autónoma, tampoco falta el humor, ni la ternura, ni la inocencia, ni la nostalgia, ni tan siquiera la calidad estética de unos personajes que parecen salidos de un tebeo.

Realidad envuelta en ficción que caminan cogidos de la mano para ofrecer una visión muy válida de una España que decía adiós a la hambruna con la llegada del negrito más famoso de la época; eso sí, como dice Amparo, después de Antonio Machín.