Nacho Vegas (Gijón, 1974) reaparece con un doble disco, Violética, en el que se deja inspirar por Violeta Parra en un cancionero casi enteramente propio donde combina el yo y el nosotros desarrollando y matizando el imaginario de su disco más político, Resituación (2014).

--¿Qué representa para usted Violeta Parra?

--Me fascina su labor como folclorista y cómo combina tradición y modernidad. Porque hay piezas suyas con atonalidades. Luego tiene canciones de denuncia social que parecen de amor, y me gusta cómo combina el lenguaje popular con el más culto, como en Volver a los diecisiete.

--La canción tradicional asturiana, ¿la vivió en su entorno familiar o la decubrió de adulto?

--Me comenzó a interesar en la adolescencia. Una cosa bonita de esas canciones es que se iban reescribiendo de mano en mano, y eso lo hice con el grupo Lucas 15. En Violética es el caso de Aida [sobre la militante comunista Aida Lafuente, fallecida en el levantamiento revolucionario de octubre de 1934], una historia que se ha contado muchísimas veces en Asturias. Víctor Manuel tiene una canción sobre ella.

--En ‘Tengo algo que decirle’ se dirige al delegado del Gobierno y le reprocha amablemente la utilización de balas de goma y la acción de torturadores. Al hablar de situaciones concretas, ¿se inspira en realidad en los romances tradicionales?

--Sí, si coges un romance está lleno de nombres y de hechos concretos. Esto lo hacía mucho Phil Ochs. En mi versión de Ámame, soy un liberal, del epé Canciones populistas, como él mencionaba políticos que yo no conocía, me atreví a nombrar a Rajoy. Mojo Nixon y Jello Biafra la versionaron en la era Clinton cambiando los nombres. Tengo algo que decirle entra en esa tradición.

--Cuatro años después de ‘Resituación’, ¿cree que su trayectoria entró con ese disco en una fase distinta, con cierta fractura con el pasado?

--Entiendo a la gente a quien no le gustó Resituación, pero no creo que supusiera una ruptura con mi forma de escribir. Para mí, las canciones son las que mandan sobre el autor, y no al revés. Es mi vida, y el mundo que me rodea, y los procesos sociales, lo que me crea esa urgencia de escribir. Y me ha ocurrido siempre. Después de La zona sucia (2011) intenté buscar un yo que apelara más a lo colectivo, y ahora, en Violética, busco diferentes perspectivas, con canciones más narrativas, baladas…

--Como en Ser árbol.

--Sí, esta tiene una parte muy íntima, pero a la vez esa primera persona apela a lo colectivo. Esa búsqueda de distintas perspectivas es constante desde Actos inexplicables (2001). Y si cambié en Resituación fue porque cambiaron el mundo y el clima social.

--¿Usted cree que lo importante de una canción no es su lenguaje musical sino exclusivamente cómo se relaciona con la colectividad?

--No, no… A ver, sí que creo que en nuestra generación ha habido a veces un exceso de esteticismo. Fue uno de los vicios del indie. Pero la estética, que contiene también una ética, tiene todo el sentido del mundo. En lo que estoy de acuerdo es en echar la vista atrás y ver que cometimos errores. Pero a veces estos debates se plantean con luchas enconadas, cerrando filas a uno y otro lado, y eso me parece un poco triste.

--Alguna vez ha dicho que quizá ha perdido seguidores por su posición política. Pero también podría haber ganado otros, aunque no tanto por el carril de la música sino por el de la simpatía ideológica. Si ha sido así, ¿ha valido la pena?

--No sé si es algo que se pueda mesurar bien. Tengo la sensación de que he perdido sobre todo público de mi edad y que he ganado público más joven, gente para la que a lo mejor el 15-M fue su primera gran experiencia política y que ve que yo formo parta de la temática. Luego, gente que se acerque por simpatía política puede haber, pero esos no van a conciertos, esos me llaman para que toque en actos.

--Hace un par de años la lió en el Palau cuando proyectó un vídeo sobre los desahucios en un concierto patrocinado por el Banc Sabadell. ¿Volvería a hacerlo?

--La idea era que se hablara del patrocinio, de cómo algunas empresas utilizan la cultura para hacerse un lavado de cara, y no solo haciéndose esponsors, sino con el naming, ya que el festival se llamaba entonces Banc Sabadell Festival Mil·lenni. El promotor, un encanto de hombre, estaba disgustado y lo pasé mal por él. Ahora el festival lo patrocina una marca de cervezas, y no está en el nombre. Así se ve que se pueden hacer conciertos fantásticos sin necesidad de que te lo esponsorice una empresa con una praxis más que dudosa, por no decir criminal.

--Ese banco se desvinculó de la política de desahucios.

--Es verdad que es de los bancos que más se aviene a negociar, pero forma parte de un grupo donde está el Mare Nostrum, que entonces al menos era implacable con los desahucios. Aunque no quería meterme en concreto con el Banc Sabadell sino con la banca en general. Me gustaría que hubiera una conciencia de no permitir que ciertos sectores patrocinen la música. Porque el BBK, de Bilbao, por ejemplo, ha conseguido asociar su nombre a música moderna y guay, y pertenece a Kutxabank, que son de los que más desahucios tienen a sus espaldas.

--¿Hay un discurso de artista de izquierdas que contra el Partido Popular vivía mejor?

--Pues este es el tipo de tema que si le respondo va a ser el titular y… Como ahora mandan los clics, si le hablo sobre el gobierno del PSOE va a salir eso y acabará siendo ridículo. En la promoción de Resituación todavía no estaba así la prensa: ahora me doy cuenta de que el titular más morboso, para que la gente clique, es el que te ponen y puedes hacer una entrevista que te ha parecido buena y que el titular te haga parecer un gilipollas. Me ha pasado mucho en esta última semana en Madrid.