Si se teclea herencia millonaria en google, una de las primeras entradas que aparecen no es una noticia sobre Michael Jackson, sino este anuncio: "Modesta familia de Alicante busca multimillonario que no tenga a quien dejar su herencia. Luchamos para salir adelante y sería más cómodo con dinero. Hay familias con más necesidades que son felices, pero también es cierto que un cambio radical a mejor es el sueño de todos. Haga usted realidad el mío. Un marido sensible, una mujer trabajadora y unas niñas maravillosas son una oportunidad para quien nos necesite".

El mensaje no es tan ingenuo como aparenta. El autor parece saber que donde hay fortunas desorbitadas habita la excentricidad. En el 2007, la magnate Leona Helmsley, dueña de un patrimonio de 4.000 millones de euros que incluía el Empire State, dejó al morir 10 millones a su perrito maltés Trouble, asignación mayor que la destinada a sus nietos, aunque una minucia si se compara con los 200 millones que legó Eda Wendel, magnate fallecida en 1931, a su caniche Toby. Los testamentos de los famosos suelen ser una caja de sorpresas. Michael Jackson deshereda a su padre, el abusón Joe; Barron, el dueño de los hoteles Hilton, deshereda a su nieta, la descocada Paris, y Jade Goody, la concursante del Gran hermano británico que falleció en marzo de un cáncer televisado, lega a sus hijos más de dos millones que ganó vendiendo su vida y su muerte, y ni un céntimo a su marido.

Como ha ocurrido con Jackson, la herencia de Jimi Hendrix causó un gran revuelo pero 32 años después de su muerte. En 1970, Jimi legó a su padre 90 millones. Y al morir este, en el 2002, todo pasó a su hija adoptiva Janie. En el 2004, un hermanastro del músico, Leon Hendrix, perdió la batalla para recuperar una parte. Según Leon, Janie forzó a su padre para que modificara un testamento de 1996 donde él percibía el 24% del dinero por otro, de 1997, en el que quedaba fuera.

La encarnizada batalla por su herencia hizo que el cuerpo de James Brown tardara dos meses en ser enterrado. Tras un año de audiencias, un juez aprobó en mayo un acuerdo que deja la mitad a su fondo caritativo, cerca de un cuarto a su viuda y su hijo pequeño, y el resto a sus hijos adultos. El fallo contrasta con las instrucciones que El Padrino del Soul dejó al morir, en el 2006: ni un euro a su mujer; a sus hijos adultos, solo objetos personales; y el dinero, todo para beneficencia. Ahora será Tomi Rae Hynie Brown, esposa sobreviviente, y el pequeño James Brown II, quien controle el legado con el resto de los hijos del cantante.

Gestionar un legado no es fácil. Que le pregunten a Courtney Love, viuda de Kurt Cobain. Al contrario que Yoko Ono, la viuda de John Lennon, que multiplicó por 10 lo heredado, Love despertó en el 2008 de su eterna resaca y descubrió que, desde el 2003, habían volado los 50 millones de euros legados a su hija, Frances Bean. Alguien usó el número de seguridad social del exlíder de Nirvana para hartarse a comprar y abrieron 188 tarjetas de crédito a nombre de Love. El asunto es aún más grave: hoy aún no se sabe dónde están los 400 millones que el cantante dejó.

Bob Marley, al no escribir testamento, sembró un camino de espinas. Rita Marley fue declarada heredera principal y albacea de los 13 hijos que el cantante tuvo con ocho mujeres diferentes. Rita barrió para casa y dejó en graves problemas a los músicos del rey del reggae. El último en desfilar por los tribunales pidiendo su parte fue el bajista Aston Barrett, que en 2006 reclamó, sin éxito, 88 millones.

La guerra tras la muerte de Luciano Pavarotti en el 2007 se solucionó un año después. La joven viuda del tenor italiano, Nicoletta Mantovani, y las tres hijas de su primer matrimonio pactaron un reparto de la herencia tras cruzarse todo tipo de reproches. Mantovani y su hija acaparan el 65% de la fortuna, pero han sabido ser generosas para acallar a las otras hijas del artista. El pacto no cierra la investigación de la Fiscalía de Pesaro ante las dudas de que el tenor no se encontrara en plenas facultades mentales cuando, poco antes de morir, cambió su testamento.

A menudo, el barrizal en el que suelen meterse los herederos de los escritores no está a la altura intelectual de los fallecidos. Aquí, además del dinero, está en juego la gestión de una obra. La polémica se suele reducir a un grupo de chicas listas, enamoradas a la vez del hombre y de su obra. Camilo José Cela era 57 años mayor que la periodista Marina Castaño; Jorge Luis Borges, 46 años mayor que María Kodama; Rafael Alberti, 42 años mayor que la profesora María Asunción Mateo; y el italiano Alberto Moravia, 49 años mayor que la filóloga Carmen Llera. Tras enviudar, encabezan las fundaciones culturales encargadas de perpetuar su memoria. ¿Están preparadas para ello? Mejor no pronunciarse, porque la guadaña judicial de las viudas está muy bien engrasada. El año pasado, el periodista francés Pierre Assouline fue condenado por difamación por afirmar que Kodama había manipulado el testamento de Borges, y la lista de pleitos victoriosos de la viuda del escritor argentino es larga.El hijo de Cela solo recibió en herencia un cuadro de Miró, y Aitana Alberti, la hija del poeta, ha arremetido contra la gestión de su legado, atrapado en la burocracia: "Él era generoso y ahora veo desaliento entre los que quieren que la figura y obra de Alberti tenga relieve. Ya apenas se oye ni se sabe de élî. En el 2004, Kiko Veneno reflejaba en su web la imposibilidad de lograr los permisos para montar un homenaje musical a Alberti, cuyos beneficios irían destinados a la fundación del poeta. "Con el sí de Sabina, Manu Chao, Albert Pla, Serrat, Víctor y Ana, Miguel Bosé y Morente, nos encontramos con el gran problema: nos piden 3.000 euros por cada poema musicalizado, gran decepción. Al poco, hacen una contraoferta: quieren porcentajes de los patrocinadores públicos (5%) y privados (7,5%), 5% de taquilla, 15% de televisión y 2,5% de los derechos de autor. Hablé con María Asunción y me dijo que las cosas eran así, que no podían ser de otra forma. No nos volvió a coger el teléfono"..

El caso opuesto es el de Eva Gabrielsson, pareja de Stieg Larsson durante 32 años, embarcada ahora en un litigio por los derechos de los libros de su compañero. Gracias a la ley sueca y a que Larsson y Gabrielsson no se casaron, estos derechos han ido a parar al padre y al hermano de Stieg. La indignación es tal que un grupo de lectores noruegos ha creado una web de apoyo a Eva (supporteva.com). El apoyo que piden mide el nivel de cabreo con la situación e invita a donar en consecuencia: dos euros por libro leído o película vista si solo estas enfadado, y de ahí para arriba.

LOS POLITICOS, TAMBIENLos políticos también generan sorpresas. Nunca quedó claro si fueron entregados o no a la autoridad palestina los 500 millones que Yasir Arafat tenía en cuentas ocultas cuando falleció, en el 2004. Ni cómo ha pervivido en manos de la familia el emporio del dictador Francisco Franco, cuyos herederos administran un patrimonio de 500 millones.

Capítulo aparte son las herencias de los magnates. Los buitres revolotean sobre la octogenaria Liliane Bettencourt, dueña de L´Oréal y de un patrimonio de 20.000 millones de euros. No hace mucho su hija intentó, sin éxito, detener los regalos millonarios que la mujer más rica de Europa le hacía a un amigo. Bettencourt no ha desheredado a su hija, pero no quiere verla más.

La mujer más rica de Asia, la hongkonesa Nina Wang, dejó 4.000 millones y la batalla por el pastel ha puesto en fila a examantes y abogados. Anthony Marshall, de 84 años, hijo mayor de la legendaria filántropa y aristócrata de Nueva York Brooke Astor, fallecida en el 2007 a los 105 años, se enfrenta desde marzo a un juicio por fraude y robo en el que se le acusa de engañar a su madre moribunda para que le traspasara millones de dólares aprovechándose de su alzhéimer.

La herencia de Carlo Caracciolo, fundador de la revista Espresso y el diario La Repubblica, fallecido en Roma en diciembre del 2008, es otro polvorín. En juego están 100 millones que, por ahora, irán a parar a su hija de 36 años. La transmisión de bienes no va a ser fácil porque dos hermanos dicen ser hijos del príncipe y están dispuestos a luchar para recibir su parte. Los Revelli, hijos de Maria Luisa Bernardini, se habían movilizado, antes de que falleciera Caracciolo, ante un tribunal de Milán para que certifique que son sus hijos no reconocidos.

A LA BENEFICIENCIA Para evitar esos problemas, Bill Gates ha adelantado que dejará la mayoría de sus 50.000 millones de dólares a beneficencia. "No creo que sea constructivo para mis hijos crecer teniendo miles de millones", ha dicho. Para Athina Onassis, desde luego, es un problema. Desde que cumplió 21 años y tuvo que hacerse cargo del emporio amasado por su abuelo, Aristóteles Onassis, la joven vive un galimatías legal. Hasta el punto que llegó a decir: "Quisiera olvidar el apellido Onassis y ser feliz. Me conformo con 20 millones para montar un criadero de caballos".

Queda, como broche, la estrella de las herederas modernas. Anna Nicole Smith se casó en 1994 con el riquísimo Howard Marshall, de 89 años. El anciano murió un año después y, aunque en el testamento no la citaba, ella aseguró que le había prometido la mitad de su fortuna. Pierce, hijo del magnate, peleó por la herencia, pero falleció en el 2006, meses después de que un tribunal diera la razón a la exconejita Playboy. Un año después fue hallada muerta.

Atraídos por la herencia dejada a su hija Dannielynn (70 millones), cuatro hombres dijeron ser el padre de la niña: el abogado Howard Stern, el fotógrafo Larry Birkhead, el esposo de la actriz Zsa Zsa Gabor, Frederic von Anhalt, y el guardaespaldas Alex Denk. Tras meses de pugna legal, los tests de ADN revelaron que el padre era Birkhead. ¡Bingo!