Algunos le consideran como el director alemán más importante de todos los tiempos; para otros, ha sido el gran genio del cine en Alemania después de la segunda guerra mundial; tampoco es pequeño el grupo de los que odian sus películas intensamente, y los demás, probablemente, no saben quién es. Director de culto donde los haya, lo que está claro es que Rainer Werner Fassbinder fue un cineasta único.

Productor, guionista, actor y director artístico, con 30 obras teatrales y 43 películas realizadas en apenas 17 años, fue, con diferencia, el creador más prolífico de la generación nacida con el Manifiesto de Oberhausen, de 1962; el hermano alemán de la nouvelle vague que declaró la muerte del viejo cine. Fassbinder habría cumplido 60 años el pasado 31 de mayo si su corazón no se hubiese cobrado las facturas de una vida llena de excesos el 10 de junio de 1982.

Aunque el aniversario ha ocupado decenas de páginas de la prensa alemana en los últimos días, es difícil encontrar grandes homenajes o retrospectivas en su país natal. Berlín se ha conformado con dos breves e incompletas retrospectivas, una en el cine Arsenal, dentro de la Filmhaus de Potsdamer Platz, y otra en el mítico Babylon de Rosa Luxemburg Platz, las dos seudofilmotecas de la ciudad.

Quizá porque tocó todos los puntos sensibles de la historia alemana, desde el nacionalsocialismo (Lili Marleen , 1980) hasta el terrorismo de la RAF (en el proyecto colectivo Alemania en otoño, 1978), pasando por la discriminación con los trabajadores inmigrantes (Todos nos llamamos Ali , 1974) o la corrupción de los trágicos años 50 (Lola , 1981), a los alemanes les cuesta rescatar la obra del excéntrico genio que reinventó el expresionismo visual.

ALEMANIA, ANTE EL ESPEJO "Para entender el presente hay que comprender toda la historia", decía Fassbinder para explicar su anárquica elección de argumentos y personajes. Y es que nadie ha sabido contar como él las realidades de la Alemania más desconocida y reflejar una sociedad de posguerra entre la decadencia y el resurgimiento.

Se le considera un maestro sin discípulos porque nadie ha sabido continuar en su línea de creación y trasgresión constante. Sin embargo, muchos ven en sus filmes el referente más claro de directores europeos como Lars von Trier o incluso Almodóvar.