Mataharis , de Icíar Bollaín, y La batalla de Hadiza , de Nick Broomfield, son películas antagónicas a las que únicamente les une el azar de formar parte de la competición oficial del festival de cine de San Sebastián.

La primera, a pesar de su fragilidad y modestia, logra lo más difícil en una pantalla: transmitir verdad. Los problemas que atraviesan las tres protagonistas al intentar conciliar su trabajo de detectives con los tropiezos de su vida privada forman parte de la cotidianidad en la que habitan muchas mujeres. Son escenas del mundo real. "No son heroínas, son personas que se levantan cada mañana y resuelven conflictos", dice la directora.

En cambio, La batalla de Hadiza logra el efecto contrario a pesar de tene buenas intenciones y la textura del cine documental. Ninguno de los actores disfrazados de marines va más allá de recitar unas frases panfletarias en esta película de uno de los directores fetiche --aunque nadie lo entienda-- del festival donostiarra.

Broomfield inauguró el año pasado el certamen con Ghost, otro engañoso filme en que indagaba en la explotación que padecen los inmigrantes chinos que buscan mejorar su futuro en Gran Bretaña.