En el caso del cine español, la censura franquista cortó, retocó, rehízo o prohibió a destajo. Con el cine extranjero, los motivos y las formas de actuar resultaron distintos. Ninguna producción estadounidense o francesa tuvo que ser vista por el almirante Luis Carrero Blanco, como ocurrió con Canciones para después de una guerra (1971), documental de Basilio Martín Patino que obtuvo el aprobado a condición de que se efectuaran 27 cortes -que hizo de forma escrupulosa-, pero fue vilipendiado después por la prensa de derechas y prohibido personalmente por quien en poco tiempo sería presidente del Gobierno.

Unas de las herramientas predilectas de los censores era la manipulación a través del doblaje. El caso más aberrante es el de Mogambo (1953), de John Ford. Grace Kelly y su marido realizan un safari y ella se enamora del maduro guía encarnado por Clark Gable. Como no podía admitirse una infidelidad en pantalla, los censores alteraron los diálogos hasta conseguir... ¡un incesto! Kelly y su marido pasaron a ser hermanos en la versión española, y qué importaba que durmieran juntos y se besaran si con ello la protagonista no era una adúltera.

Menos rocambolesco, pero igual de significativo, fue el añadido final de La huida (1973), de Sam Peckinpah. En la versión original, la pareja de atracadores cruza la frontera de México tras librarse de la policía estadounidense. En la española, una voz en off informa de que finalmente fueron detenidos. El crimen siempre paga. En De aquí a la eternidad (1953), el espectador español no pudo disfrutar la célebre escena de Burt Lancaster y Deborah Kerr retozando en la playa. De Vencedores o vencidos (1961) fueron eliminadas las imágenes del genocidio judío a manos de los nazis. De El manantial de la doncella (1959) y Rocco y sus hermanos (1960) serían hurtadas sus correspondientes secuencias de violaciones.

A mediados de 70 se estrenaron filmes de los 60 que habían sido prohibidas por su erotismo soft, caso de Barbarella (1968) y los trajes ceñidos de la heroína encarnada por Jane Fonda. Permisividad relativa, porque otras más importantes seguían prohibidas como La dolce vita, o La naranja mecánica, Q. C.