A los estadounidenses les encantan los símbolos. Pero símbolos que representen historias humanas, fuertemente sentimentales, identificativas del espíritu de una nación o sus ciudadanos. Así que no disuena que un cineasta como Clint Eastwood ruede una película simbólica como ´Invictus´. El filme abre hoy en el centro cultural Capitol de Caja Duero en Cáceres un miniciclo de cine espiritual, en el que se exhibirán, además, ´The blind side´ (sábado), ´El concierto´ (lunes) y ´Cartas a Dios´ (martes). A pesar de su simbolismo, todo en ´Invictus´ es ´real´. Están los hechos históricos que narra: un partido de rugby (la final de la Copa del Mundo de 1995 que disputó el equipo sudafricano de los Springboks) y sus principales protagonistas: el presidente Nelson Mandela (negro), recién elegido, y el capitán del equipo africano, François Pienaar (rubio). He aquí dos colores simbólicos unidos por una causa mayor, la unidad en la Sudáfrica postapartheid capaz de superar las diferencias raciales. Lo que sucediera después tiene poco que ver con el dispositivo histórico, que es del todo menos simbólico. Eastwood abandona el relato íntimo y trágico de algunas de sus últimas producciones y se embarca en una producción que une la historia pequeña y la Historia grande.