El exclusivo recinto real de Ascot no estará ya reservado en adelante a la flor y la nata de la sociedad británica. Sus administradores han decidido permitir el acceso mediante pago. Durante siglos, ser invitado a ese recinto en las carreras de Ascot, famosas por su exhibición de estrafalarias pamelas, era una demostración de pertenencia a la elite social e implicaba la aceptación del más estricto código tanto de indumentaria como ético.

En una de las mayores rupturas con la tradición desde que en 1955 se abolió el veto sobre los divorciados, Royal Ascot ha decidido vender el acceso al mismo durante los cinco días de junio de las carreras.

El duque de Devonshire, representante de Isabel II y presidente del hipódromo, que es propiedad de la Corona, ha aceptado ese cambio para financiar unas reparaciones en la gran tribuna. Ascot ha invertido 15 millones de euros en la remodelación de la tribuna de siete niveles y casi 300 millones de euros de coste inaugurada el año pasado en medio de las críticas porque la visión de las pistas estaba limitada.

El parapeto era tan alto que Isabel II, que es bajita, no alcanza a ver por encima del mismo. La decisión de permitir el acceso al recinto real no es ilimitado y no son bienvenidas, por ejemplo, las personas en quiebra o quienes hayan pasado por la cárcel.

La entrada incluye un pase de un día y el almuerzo en 4 de los 12 restaurantes de Ascot con precios de entre 785 y 2.090 euros por persona.