El único regalo que la reina de Inglaterra había pedido para su 80º cumpleaños era que ese día hiciera sol. No lo consiguió. La jornada de ayer comenzó con un cielo gris, siguiendo una de las más sólidas y permanentes tradiciones inglesas. Sin embargo, Isabel II celebró su aniversario rodeada del afecto de los súbditos. La soberana recibió en su domicilio habitual, el palacio de Buckingham, 20.000 tarjetas y 17.000 e-mails de felicitación.

Además, en una ocasión tan especial, la reina quiso sentir, en vivo, el calor de su pueblo. El lugar elegido fue la localidad de Windsor, donde desde hace más de mil años la monarquía inglesa posee un castillo que ha sido testigo de momentos clave para esta dinastía, como la boda del príncipe Carlos y Camila.

Con la puntualidad que la caracteriza, la soberana, junto a su marido, el duque de Edimburgo, comenzó a las doce un recorrido a pie por las calles de la pequeña localidad situada al oeste de Londres. Miles de personas se acercaron hasta allí para felicitar a su reina y poner de manifiesto el respeto y el cariño que sienten hacia ella. A su paso, la multitud no paró de cantarle el cumpleaños feliz.

A Lilibet, como la llama su familia, se la vio ayer más humana de lo que habitualmente se muestra en público. Sonriente y cariñosa, tampoco defraudó con su indumentaria: un sombrero y un abrigo a juego en color rojo fresa.

Tras el baño de multitudes, llegó la felicitación televisada de su hijo Carlos. En un mensaje emitido por la BBC, el príncipe de Gales sorprendió a los británicos llamando a la reina "querida mamá".