--¿Cómo descubrió a Louis Henri de Pardaillan, marqués de Montespan, que se autoproclamaba "esposo separado aunque inseparable"?

--En un libro encontré una breve referencia a él como el cornudo más célebre del siglo XVII. Yo no sabía que la amante de Luis XIV estaba casada. Y me llamó la atención que el marido exhibiera su situación pintando su carroza de negro, adornándola con una gran cornamenta, para denunciar la costumbre del rey de acostarse con las mujeres de otros.

--Pues parece un calzonazos porque su mujer le avisa del peligro que corre en Versalles y él no le hace caso.

--Creo que era un ingenuo que estaba loco de amor y tenía una confianza ciega en su mujer. Y creía que ella también. Jamás imaginó que le traicionaría. A ella le gustó tanto su nueva vida que se volvió loca.

--Retrata usted un ambiente palaciego decadente y es muy preciso sobre las costumbres en la corte de un monarca absolutista.

--Las películas de época nos han dejado una imagen de frescura y limpieza que no se corresponde con la realidad. Ni era gente tan guapa, ni se perfumaban ni se lavaban. Eran muy sucios. Los médicos pensaban que era mejor no lavarse porque una capa de mugre protegía la piel de las enfermedades. En Versalles había dos baños para 5.000 personas, defecaban donde podían, todo era un vertedero. ¡Pero si los marqueses pagaban por ver cagar al rey! Así es que para ser amante del rey había que tener un cierto aguante.

--Ha vendido usted más de 300.000 ejemplares. ¿Hay curiosidad o nostalgia en Francia por los tiempos de la monarquía?

--Si mi libro ha tenido ese éxito es gracias a Nicolas Sarkozy. Le debería dar parte de lo que he cobrado (ríe). Se parece mucho a Luis XIV, el Rey Sol. No solo tiene un poder absoluto. También le gusta Versalles y se ha llevado a la más guapa de entre las guapas, Carla Bruni.