Tal y como advirtió cuando se hizo pública la concesión del Nobel de Literatura 2004, la escritora austriaca Elfriede Jelinek no acudió personalmente a recoger el premio. Su voz, sin embargo, sí llegó ayer a la Academia Sueca a través de un vídeo, en el que la autora hizo una compleja exposición de sus difíciles relaciones con el lenguaje. Jelinek obvió en sus palabras todo cariz político y optó por un discurso exclusivamente literario, en el que también brillaron por su ausencia los habituales agradecimientos --tanto a la Academia como a otros escritores-- y la autocomplacencia. Tampoco se embarcó en la menor reflexión sobre la propia obra, a la que ella misma ha tratado con bastante poca compasión. Las palabras de Jelinek se tiñeron de desesperanza y amargura.

En un tono claramente metafórico, la premio Nobel expuso las tensiones que subyacen en el acto de escribir, así como la relación ambivalente de amor y de odio frente al lenguaje que siente todo el que escribe. Para ella, el lenguaje "es ese perro que debería protegerme --para eso lo tengo-- y ahora me ataca".